En las hemerotecas consta lo que sucedió al día siguiente del partido entre América y Pumas en el que se había retirado Enrique Borja.
Fue el 19 de septiembre de 1977 en un Estadio Azteca al que no le cabía una alma más y que deberá contar entre las historias selectas de su Centenario lo ocurrido ese domingo a mediodía.
La nota principal de la sección deportiva del extinto Novedades -en cuyas crónicas varios aprendimos a leer- tenía la mejor cabeza de toda la prensa: "El América encontró a su centro delantero el día en que se retiró".
Borja, ídolo indiscutible, se iba del futbol por una baja de juego que le había llevado a la banca, pero también por esas cosas que tiene el deporte: historias ocultas formadas por dosis letales de intrigas, roces en las relaciones humanas y circunstancias.
A los 32 años, seguro que con algo más que dar, Enrique se iba del futbol. Pasaron muchos años para encontrar en el América un nuevo ídolo.
Cuauhtémoc Blanco se va a despedir del América el sábado. Lo hará en un partido oficial, tal y como lo hizo Borja en su momento. No es un homenaje, no solamente calzará las botas unos cuantos segundos para salir luego del campo: se estima que jugará 30 minutos desde el inicio del duelo contra Morelia en el que se disputarán tres puntos contantes y sonantes.
A diferencia de Enrique, Cuauhtémoc no fue perdiendo la titularidad: Blanco jugó su anterior partido con el América en 2007, en aquella Final contra Pachuca en que su golazo de tiro libre no alcanzó para revertir el triunfo tuzo en la ida del Azteca.
Si se está haciendo o no una excepción federativa para registrarlo, es una duda secundaria de acuerdo al tamaño de lo que va a suceder. Habrá quien prefiera distraerse con eso pero es cierto que desde la primera jornada se iba a celebrar esta despedida y por diferentes motivos se fue aplazando.
Lo más trascendente es que no ha habido otro Cuauhtémoc Blanco en el América. De hecho tampoco lo hay en el futbol mexicano. Y que ahora que se despide nos tenemos que preguntar por qué no ha existido ese relevo futbolístico, anímico hacia el interior del camerino, desinhibido y rebelde hacia fuera de él y capaz de hacernos pagar un boleto para ver sus actos de magia.
Un América que zozobra con frecuencia excesiva para sus partidarios, habrá de reunirlos el sábado para una despedida tan arriesgada como noble.
Viene Cuauhtémoc para volverse a ir y para recordar todo lo que fue. Y tal vez para que las Águilas encuentren no a su centro delantero como en el 77, pero si a quien en el vestidor pueda ofrecer una arenga efectiva en tiempos de ansiedad.
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