"El driver es para el show, y el putt, para ganarse el pan".
Bobby Locke, ex profesional y uno de los mejores poteadores de todos los tiempos Estoy seguro de que mi amable foursome de lectores ha escuchado aquel dicho en el medio del golf que dice que, cuando el putt es menor a dos metros, "es mejor tirarle con menos caída y potear más fuerza para que la bola no haga tanta parábola". Los que pensaron que es una buena forma de embocar más putts, seguro dudarán ahora qué tan efectiva es esa teoría si vieron a Phil Mickelson.
Sin lugar a dudas, a Mickelson lo reconocemos como uno de los jugadores más habilidosos de todos los tiempos del juego corto (los golpes alrededor del green); es tan mago como lo fueron Severiano Ballesteros y Tiger Woods en sus mejores momentos, pero sobre el green ha sido un tanto irregular, tampoco hay duda. Así como ha metido una buena cantidad de putts medianos, ha fallado otro tanto de putts menores a dos metros, sobre todo en momentos definitorios y cercanos al final del torneo, tal como se vio el domingo en Pebble Beach, donde poteó desde metro y medio y la bola entró y salió del hoyo por la sobrada velocidad que llevaba.
Mickelson ha batallado para retomar el nivel de juego que le dio 43 triunfos en el PGA Tour. Hace tres años que no gana uno y el domingo se había puesto en posición clara al abrir una ventaja de dos golpes en un campo donde ha jugado muy bien en el pasado. Se antojaba para que consiguiera su triunfo 44 y le diera a la temporada del PGA Tour un motivo más para hacerla mejor aún.
La ronda final fue muy diferente a las primeras tres en las que había pegado con mucho control. Antes de iniciar hizo una sesión de trabajo técnico en el swing con su nuevo instructor Andrew Getson. En el medio es bien sabido que los cambios al swing producen descontrol al principio y no necesariamente buenos resultados inmediatos.
Mickelson es el mejor jugador de nuestros tiempos después de Tiger y, aunque ha ganado una cantidad envidiable de torneos, se le cuestionan ciertas decisiones que toma de su estilo de juego y otras en forma inoportuna. La semana pasada cambió de driver de último momento; también se le ha visto perder torneos, como el US Open, por mala selección del tipo de jugada en el último hoyo.
Sin duda, algunas decisiones le han funcionado y otras tantas han sido motivo de gran dolor, como el domingo, cuando la bola se escurría por la orilla del hoyo para perderse e ir al desempate con Vaughn Taylor.
Parecería que destrozo la habilidad del zurdo. La realidad es que todos los jugadores están en continua transformación y Mickelson es lo que hace desde que trabaja con Getson y clarísimo está que los cambios le empiezan a funcionar. Es notorio que mueve el bastón en mejor plano y ya volvió a pegar golpes de muy alta calidad y fallar menos que en los meses recientes.
Tal vez intentó hacer de más el domingo, pero fue él quien dijo que el motivo de la falta de precisión fue que sintió los nervios del juego y presión por estar en posición de ganar por primera vez en mucho tiempo. Coincido, porque los nervios son traicioneros cuando están fuera de control, y también por eso poteó con más fuerza que la ideal.
Hasta el próximo green.
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