Es alarmante la inconsistencia en el juego de futbolistas y equipos mexicanos.
De una semana a otra, o incluso dentro de un mismo partido, el desempeño futbolístico manifiesta una inestabilidad incomprensible, imperdonable en deportistas de alto rendimiento.
Los mismos (pero diferentes) Pumas que una semana antes temblaron ante nueve americanistas, después pusieron a temblar a once Tigres que tres días antes los habían superado con un futbol avasallador, que en el último partido desapareció como por arte de magia... y de miedo.
Y ese mismo América que con menos jugadores había atemorizado a los Pumas y estado a punto de cristalizar una memorable hazaña futbolera (como los propios universitarios lo estuvieron en su actuación final), una semana después pasaron de lo casi heroico a lo francamente ridículo en el Mundial de Clubes, al perder ante una limitadísima escuadra china.
Los eficientes, sólidos y poderosos Pumas de 17 jornadas se convierten en frágil equipo en la Liguilla, pero recuperan su eficiencia, su solidez y su poderío cuando a unos Tigres que habían brillado en cinco partidos se les esfuma su futbol en el más importante de todos.
Y el América confirma que sabe muy bien cómo se juegan las liguillas, pero en Japón se le olvida a qué jugar en un torneo para el que supuestamente se había mentalizado a tope.
Ahí, en la mentalidad y el profesionalismo de los futbolistas, parece radicar el origen de esos inquietantes altibajos.
En Europa, en el futbol de más altos vuelos, vemos cómo cada uno de los jugadores de los más grandes equipos defiende su prestigio en cada momento de cada partido de cualquier torneo, y para así hacerlo se prepara en consecuencia y a conciencia dentro y fuera de la cancha.
En cambio, por estos mexicanos lares muchos futbolistas lo son o tratan de serlo solamente cuando se ponen el uniforme, y por lo tanto rinden de acuerdo a cómo amanecieron ese día y a qué tanto sienten el compromiso de rendir.
Por eso lo que a veces parece incomprensible decisión de los técnicos ("manejar la ventaja" jugando distinto, replegarse, dejar de jugar y de hacer lo que antes muy bien se jugó y se hizo), suele producirlo en realidad la incapacidad de los jugadores para garantizar siempre un mínimo de rendimiento, para responder en mayor medida en los momentos y partidos cruciales, o para jugar en todos como si así lo fueran.
Cuestión de mentalidad, de profesionalismo, de preparación... y de distinta cultura deportiva.
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