Ante unos heroicos Pumas, terminaron coronándose por la vía de los penales unos asustados Tigres.

Increíblemente, llegó hasta la última instancia una definición prevista para 40 minutos antes, y con imperdonables aprietos terminaron rescatando los Tigres lo que debían ganar con holganza.

Campeones con todo merecimiento porque fueron claramente los mejores en la Liguilla y porque en términos generales desplegaron mucho mejor futbol en los 210 minutos del duelo final ante unos Pumas ejemplares... en los 120 del domingo.

Sobre todo por sus últimos 75 minutos de un pobre futbol, plagado de temores y de piernas que temblaron en la cancha y en la banca, los Tigres desperdiciaron la magnífica oportunidad de convertirse en un campeón brillante y prefirieron serlo común y corriente.

Un campeón como lo han sido muchos, pero goleado en su último partido como solamente lo había sido uno.

¿De veras creen ustedes, estimados lectores, que todos los campeones son iguales?

¿No ven diferencia entre los campeones memorables, los apenas merecidos, los sólo reglamentarios y los francamente injustos?

¿En serio puede presumirse este título, como jugador, como técnico, como dirigente, como seguidor, con el mismo orgullo con que se hubiera presumido uno logrado con 90 minutos finales de un futbol similar al que antes habían brillantemente desplegado?

Yo creo que no, y que si de campeones a campeones se trata, si de veras pretenden estos Tigres compararse con otros, mucho les falta por hacer en el intento de convertirse en lo que deberían ser considerando el poderoso plantel con el que cuentan: un auténtico "equipo de época".

Que alguien les explique, por favor, que no hay memorable época alguna que pueda iniciarse jugando así las Finales, aunque por supuesto valga mucho llegar a ellas.

Y ya con eso explicado y entendido, que festejen lo que merecidamente se llevaron y hagan lo necesario para llevarse más, y de otra forma.

Porque incluso entre campeones hay niveles, y parecía que estos Tigres podían aspirar a otro.

 
 
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