Mañana se juega en CU el "segundo tiempo" de una Final prácticamente definida.
Pocas veces en una Final del futbol mexicano, como sucedió el jueves en la noche en los primeros 90 minutos de este duelo, se ha plasmado tan cabalmente en la práctica lo que podía de antemano suponerse en la teoría.
Si desde cualquier tribuna y bajo cualquier perspectiva los Tigres se veían ampliamente superiores a los Pumas en todos los renglones, en cada uno de ellos se encargaron de confirmar esa superioridad en la cancha.
A tal grado, que a esos ejemplares Pumas de la fase regular podrá reprochárseles todo lo que dejaron de hacer en los cuatro partidos anteriores, pero no lo que les sucedió en éste, cuando simple y sencillamente se toparon con un adversario de otro nivel; de tan evidente superioridad, que ni siquiera sirve de mucho mencionar el penal que le regalaron.
Si tanto ante el Veracruz como ante el América los Pumas avanzaron sin merecerlo tras haber sido superados en el juego por ambos rivales y haberse visto a final de cuentas favorecidos por algunos errores arbitrales, ahora los Tigres (y de paso el árbitro) se encargaron de cobrarles sin piedad las deudas adquiridas.
Para encarar con algunas probabilidades de éxito a un contrincante tan poderoso como el equipo dirigido por Ricardo Ferreti, el primer paso para los Pumas, esencial, ineludible, era reconocer que ni contra el Veracruz ni contra el América habían jugado como debe jugarse en una Liguilla; reconocer que jugando así no habría oportunidad alguna ante unos Tigres que juegan a otra cosa.
Sin embargo el discurso, por lo menos hacia el exterior, fue el opuesto: "Hicimos lo que teníamos que hacer", "Así se juegan las Liguillas".
Las Liguillas, en realidad, se juegan como la jugaron el Veracruz o el Puebla, como la jugó el América; y sobre todo, como siguen jugándola los Tigres.
Desde hace buen rato, quizá desde aquel Pachuca que salió campeón en el 2007 bajo la dirección de Enrique Meza, no se había visto un equipo que como estos ya casi campeones Tigres superara con tal claridad, tan inobjetablemente, a cada uno de sus adversarios en la Liguilla.
Un envolvente y avasallador equipo que con sus contundentes argumentos futbolísticos, y con tres días de anticipación, decidió separar el título.
Queda por verse si mañana lo recoge como se debe.
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