Mañana y el domingo se jugarán los dos últimos partidos del torneo, que arrojarán al próximo campeón del futbol mexicano.
Por distintos caminos y con diferente futbol, tanto los Pumas como los Tigres cumplieron con los requisitos necesarios para instalarse en esa última instancia a la que los otros 16 competidores también aspiraban en mayor o menor medida.
Si alguna especie de "justicia futbolera" quisiera encontrarse en la llegada de estas dos escuadras a la Final, podría decirse que en ella estarán el mejor equipo a lo largo de la Fase Regular del torneo y el que mejor ha jugado en lo que va de la Liguilla.
Los Pumas por la consistencia y la solidez manifestadas en términos generales durante 17 jornadas, y a pesar de haber sido superados durante grandes lapsos en los Cuartos y en las Semifinales por sus respectivos adversarios, sobre todo por un América que los hizo verse muy mal incluso jugando 11 contra 9.
Y los Tigres, a pesar de su indeciso arranque pero gracias a una paulatina y sustancial mejoría que les ha permitido alcanzar su nivel óptimo al sacarle cabal provecho al que hoy por hoy es, por mucho, el mejor plantel en nuestro balompié.
Tan bien están jugando los Tigres y a tal grado dominan a lo que juegan, que el único reproche sería que hayan terminado en quinto lugar después de 17 partidos, de los que casi casi regalaron los dos primeros para concentrarse en su destacada aventura sudamericana que no lograron coronar con el título.
Si ambos mantuvieran el nivel manifestado en sus cuatro partidos de Liguilla, los Pumas contarían con escasas probabilidades de salir airosos alzándose con la corona.
Pero como éstos cuentan con la posibilidad y la oportunidad de recordar lo que antes hicieron y de retomar el nivel exhibido en la Fase Regular, nadie puede descartarlos de antemano.
Además, si algo distingue a nuestro futbol es esa pasmosa facilidad de los equipos para mostrar, para bien y para mal, de una semana a otra y a veces dentro de un mismo partido, una cara radicalmente distinta.
Que por favor, por lo menos, ambos enseñen la mejor que tengan en los 180 minutos finales, y que de estos dos "finalistas reglamentarios" surja un campeón no sólo "reglamentario" sino justo, inobjetable, merecido, convincente.
Y de preferencia, si no es mucho pedir, memorable y brillante.
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