Conocí a Juan Carlos Osorio durante un partido amistoso en Fort Lauderdale, en un Guatemala-Perú. De esos juegos que normalmente no representan interés más que para los involucrados. Coincidimos en el rudimentario palco de ese viejo estadio y conversamos largo y tendido. El encuentro resultó tan tedioso que Osorio prefirió mostrarme sus nuevas formas de hacer abdominales ahí mismo, junto a las butacas.
Poco tiempo atrás se había desvinculado de la MLS y su deseo era muy claro: dirigir en México.
La posibilidad le llegó en el 2012 con Puebla, aunque su accidentado paso por el equipo de La Franja no debería ser parte de sus estadísticas, pero sin duda es parte de sus más ricas experiencias. En todo caso, los 11 partidos dirigidos en Puebla deben servir para establecer que el técnico colombiano sí conoce el futbol mexicano, y mejor aun para él, su ingreso se dio por la puerta más compleja: la de un equipo turbio e informal.
Osorio se fue decepcionado de México tras la experiencia poblana, no al revés como podría suponerse. Problemas de pago y con la directiva impidieron su buen funcionamiento. No obstante, jugadores de ese plantel se expresan muy bien de él.
La llegada de Osorio a la Selección Mexicana desafortunadamente no se ha dado de la manera más conveniente ni para él ni para la FMF. El técnico colombiano es el menos responsable, pero sus antecedentes de no finalizar sus compromisos en repetidas ocasiones hoy le pasan factura, debido a esta salida de Sao Paulo con un contrato vigente.
Evidentemente no ha sido fácil para ninguna parte, pero también, evidentemente, las cosas se han hecho de manera incorrecta desde el principio: despedir a un técnico sin tener plan B, provocar incertidumbre y desinformación, permitir que el elegido anuncie su vinculación y prolongar demasiado el comunicado oficial y/o la presentación.
Por el simple hecho de no ser un técnico hecho en México, el nuevo estratega del Tri genera inconformidades, si a eso le agregamos el ambiente dentro del que se ha dado esta larguísima búsqueda y contratación, tenemos como resultado un gran manjar para una prensa mexicana cada vez más influyente, cada vez más mordaz, y como ya vimos en el conflicto Herrera-Martinolli, cada vez más inmune. Todos y cada uno de los técnicos de la Selección Mexicana, desde hace 20 años, han perdido la calma en algún momento ante la prensa. Osorio tiene de entrada un inmenso reto fuera de la cancha, paralelamente al que tiene dentro del campo de entrenamiento.
Dice Johan Cruyff que "la labor del técnico no es una profesión sino un arte". Cruyff se refiere a la tarea de enseñar a jugar futbol y enseñar la ejecución de las acciones necesarias. Yo agrego, sin temor a equivocarme, que el técnico se gradúa cuando logra el arte de manejar adecuadamente las relaciones humanas que requiere su profesión.
Probablemente Osorio no muestre a los seleccionados mexicanos nuevas formas de hacer abdominales, pero hoy que ha logrado llegar a la máxima posición que ofrece el futbol mexicano, debe convencer que la FMF ha elegido al técnico adecuado.
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