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La Dominguera
San Cadilla | 04-10-2015
en CANCHA
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Ángel rebelde
 
Para muchos en el mundillo del futbol mexicano, Ángel Eduardo Reyna Martínez (19 de septiembre de 1984, México DF) tiene condiciones para jugar en alguno de los mejores clubes del mundo.

Per su problema es muy simple: su actitud no le ha permitido llevar su carrera a los grandes escenarios. Los caprichos lo han frenado y aún así ha estado en los equipos con más seguidores de la Liga MX.

A pesar de todo lo que se conoce de Reyna y de las etiquetas que le ponen la afición, los directivos y otros futbolistas, el habilidoso volante creativo es muy apegado a su religión y en su maleta de viaje nunca puede faltar una Biblia.

 
 
DISCRETO
 
Ángel tuvo un inicio discreto en el América, en el 2004, sin muchos reflectores. Él mismo sabía que nada había demostrado en el futbol. Sus caprichos, actitudes y desplantes llegarían hasta después.

Luego de jugar para el San Luis y el Necaxa, regresó a las Águilas y ahí muchos lo conocieron. Agrandado, como se dice en el medio, desinteresado y sabedor de que tenía cualidades que eran bien valoradas por los clubes.

Una vez que se convirtió en figura comenzó a decir lo que pensaba sin tapujos. Para prueba, aquella declaración en la que reventó al colombiano Aquivaldo Mosquera, quien era el capitán del América.

"No, (el portero Armando) Navarrete no falla, tenemos un capitán de agua y una defensa de plástico, es lo único que sé", dijo, en con tono molesto, tras perder un Clásico contra las Chivas.

Antes estuvo a punto de llegar a los golpes con Mosquera y las alarmas se prendieron en Coapa. Al finalizar el Apertura 2011, Reyna salió del equipo. Los consejos del entonces presidente, Zague, se los llevó el viento. Sus actitudes pesaron más que su futbol.

Entonces llegó al Monterrey, dirigido por Víctor Manuel Vucetich, quien tampoco aguantó sus actitudes.

 
 
'ALLÁ LOS VEO'
 
Después de un partido de Liga frente al Pachuca, el equipo se trasladaría al DF para pasar allí la noche y después emprender vuelo hacia Panamá, para un partido de la Liga de Campeones de la Concacaf.

Reyna se molestó porque salió de cambio y al finalizar el partido le preguntó al auxiliar, Carlos Barra, que lo dejara ir con su familia a la Capital, que allá alcanzaba al resto del plantel.

La respuesta de Barra fue: "No, el que da aquí los permisos es Vucetich". Pero Reyna no lo tomó en cuenta y que agarró camino.

Una vez que subieron todos al autobús, "Vuce" preguntó por Reyna, a lo que Barra respondió: "Pues ya se fue, me dijo que te iba a pedir autorización".

Reyna llegó primero al hotel y le llamó por teléfono a Barra. El equipo aún no llegaba al hotel: "Ah, pues si todavía les falta, me voy a cenar".

Vucetich platicó con él y le hizo saber que estaba molesto: "No, profe, si usted quiere, no voy a Panamá", le dijo Reyna.

Al final, Vucetich se lo llevó a Panamá y no le dio un solo minuto en la cancha. era importante para él dejar claro quién mandaba.

 
 
COMPROMISO
 
El número 10 que llevaba en su camiseta no lo sacó en conducta y salió del Monterrey, para ir al Pachuca.

En un día normal, los Tuzos entrenaban con normalidad, con los típicos gritos "¡Dale!", "¡Venga!" de fondo, de repente Ángel dejó del entrenamiento.

Cuando alguien del cuerpo técnico se le acercó para preguntarle si estaba bien, sólo contestó: "Sí, todo bien, pero tengo otro compromiso, luego me reporto".

El técnico, Gabriel Caballero, declaró en una ocasión que, si Reyna se dedicaba a jugar, podía ser el mejor del futbol mexicano.

"A veces confunde el profesionalismo y no porque no trabaje o porque sea poco disciplinado, sino por otro tipo de detalles que no le permiten ser el jugador que México espera", lamentó Caballero.

Apenas seis meses duró con los Tuzos. El turno era para Juan Antonio Luna, en el Veracruz.

 
 
MEJOR SIN JUGAR
 
Con los Tiburones mostró dos personalidades. Por un lado, el Reyna motivado que marcó ocho goles en su primer torneo y, por el otro, el que llegó a ser indiferente con el equipo, a tal grado de pedirle a su técnico que no lo convocara para el partido inaugural del Clausura 2014.

"A fuerza ni los zapatos entran", declaró el timonel, en relación a la actitud del futbolista.

En el segundo torneo no anotó ni una sola vez. Ya no estaba conforme.

A tal grado llegó su pobre funcionamiento que un aficionado le reclamó en un bar y Ángel, de mecha corta, se levantó para pelear con el fanático.

Le pidieron que saliera del lugar, pero Reyna no frenó su enojo y afuera esperó al aficionado para pelear, lo que finalmente no ocurrió.

 
 
CONFÍA DE NUEVO
 
A pesar de todo, Jorge Vergara confío en él y se lo llevó a las Chivas.

Y la historia se repitió. Reyna no se adaptó al estilo del estricto José Manuel de la Torre, quien lo mandaron a entrenar con la Tercera División.

Ni Chepo ni su hermano, el ahora ex presidente, Néstor de la Torre, hablaron con profundidad del tema, pero la realidad es que existía la percepción de que no se involucraba con el grupo, no le hablaba a los chicos de Fuerzas Básicas y no le importaba cómo iban las Chivas en la clasificación ni la tabla del descenso.

Ahora que Matías Almeyda asumió el timón se abre una nueva puerta para Reyna en el Guadalajara. Habrá que ver si no, una vez más, él mismo se encarga de cerrarla.

 
 
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