Si no se exagera en ciertas cosas, entonces no es un Clásico.
Un partido de tanta expectativa, de una rivalidad que es natural y que convoca tantos sentimientos, se ve siempre con una dosis emocional que acompaña cada jugada y cada gesto de sus actores.
Por ejemplo, decir que Chivas ya tiene un salvador es una exageración. Como lo es la reacción de Moisés Muñoz -de lo más afable que tiene el América- al juzgar duramente a José Antonio Rodríguez, el portero adversario, por festejar una victoria tan importante y en las circunstancias del caso. Es válida la disculpa de Muñoz al día siguiente, ya con la cordura en su sitio.
Habrá influido en la calentura de unos y otros el gol mal anulado a Peralta que hubiera significado el empate sobre el tiempo. Eso prende los ánimos al tope.
Las Águilas, encima del Guadalajara durante gran parte del encuentro, carecieron de lo más importante que tiene el futbol: el gol.
No importa cuánto tiempo se tenga la pelota ni cuántas veces se llegue a la portería. Si un defensa salvó sobre la raya un tanto o si el juez de línea se equivocó en una jugada que el video hace claramente válida. En la cancha, lo que le da sentido a todo lo demás es el gol. Que cuanto mejor se juegue será más probable de encontrar, es cierto. Pero que a veces se niega a entrar y hace anecdótico todo lo demás, también.
Chivas obtiene un gran alivio con el resultado. Una vez más, el orgullo del futbolista corrige las peripecias directivas cuyas decisiones no cayeron bien en el plantel según lo dijo Omar Bravo la semana pasada. Lo bueno, lo mas importante, es que el delantero, con el brazalete de capitán en el brazo, ha ejercido de palabra y de obra su función.
Pensar que Chivas jugó bien sin embargo, sería exagerado. Acertó ante el arco, aprovechó un error excepcional de Osvaldo Martínez, se entregó y mordió en un partido crucial para apaciguar las aguas pero sacó el resultado de milagro. Los tres puntos son un gran antibiótico para la infección rojiblanca pero están lejos de ser la curación.
Para América, siempre satanizado, el arbitraje con la decisión apretada del gol anulado, volvió a jugar en contra. Así es esto. Los hombres del silbato dan y quitan.
El Clásico logró lo deseado: resellar su importancia, y electricidad con unos de los más emocionantes partidos en los últimos tiempos.
El camino de las Águilas es más sólido que el del rival, con la tarea por hacer sobre la acumulación de delanteros en momentos críticos. ¿Jugar con más atacantes será lo mismo que atacar mejor?
Clásicos como el del sábado son reparadores.
Ganaron los dos, aunque el marcador diga lo contrario.
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