Algunas actitudes decimonónicas increíblemente subsisten en pleno 2015.
Por ejemplo, la escasa tolerancia y el poco respeto que existen para las preferencias sexuales de cada quien.
En un País homofóbico y machista como pocos, el del futbol profesional es un ámbito en el que tradicionalmente se han acentuado ambos rasgos.
Ni los dirigentes ni los técnicos, ni los aficionados ni los periodistas, y mucho menos los propios jugadores, aceptarían en su equipo a ningún futbolista que abiertamente se asumiera como homosexual.
Un tema que es acertadamente abordado en Club de Cuervos, una recomendable serie que al caricaturizar también desnuda muchas de las peculiares cosas que suceden en nuestro sui generis futbol mexicano.
Una de ellas, ese anacrónico repudio, ese enfermizo rechazo a la homosexualidad entre los futbolistas.
A tal grado, que siguen escondidos en su futbolero clóset muchos jugadores cuyo abierto reconocimiento de su distinta orientación sexual sería simplemente inaceptable, insoportable sobre todo para sus muy machos compañeros.
¿De veras creen ustedes, estimados lectores, que en el futbol en particular no existe el mismo porcentaje de homosexualidad que prevalece en la población en general?
¿De veras creen que no hay por lo menos 30 futbolistas gays entre los 450 jugadores de Primera División?
¿Por qué no asumir esa homosexualidad, esa simple y respetable preferencia sexual, sin presumirla, pero tampoco esconderla, como los demás suelen asumir su propia heterosexualidad?
Simple y sencillamente porque el homofóbico y machista mundo del futbol todavía no lo permite, ni en México ni en el mundo entero.
A ver hasta cuándo.
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