La semana que viene hay otra fecha de amistosos internacionales entre Selecciones, también reservada para partidos oficiales. La globalización del futbol y las constantes transferencias de jugadores a las Ligas profesionales hace que en esos días el traslado de los seleccionados se convierta en una ola migratoria muy particular.
Lo que antes era a lo sumo viajar de Europa a América Latina, ahora incluye destinos impensables. Los jugadores acusan el cansancio de los largos viajes, especialmente si no lo hacen en condiciones cómodas, o en viajes directos o tienen que cambiar mucho el huso horario.
Debe haber muchos ejemplos de travesías para llegar a jugar un partido, pero pocos como los que han tenido que hacer muchos jugadores de la selección de Montserrat que provienen de equipos de Inglaterra, Escocia, Suecia, Australia y Chipre.
El mundo aún recuerda cuando la isla cercana a Puerto Rico quedó prácticamente sepultada por un volcán en 1995.
El caso del delantero Lyle Taylor, entonces en el Patrick Thistle de la Premier League escocesa, puede servir como un ejemplo de lo que hubo de sufrir el plantel en los traslados.
El jugador tuvo una travesía de 11 días, tomó 12 vuelos y pasó dos jornadas en barco para llegar a jugar contra Curazao. Cuando supo que iba a ser un asunto complicado sabía que tenía que hacer el sacrificio para defender los colores del país en el que había nacido su abuelo.
"Fuimos de Glasgow a Londres. De Londres a Barbados, de allí a St. Martin, de ahí a Antigua y de allí a Curazao", contó Taylor, hoy en el Wimbledon de la Liga Dos inglesa.
El itinerario del delantero registró Curazao-Antigua; Antigua- St. Martin; St.Martin-St.Kitts; St. Kitts-Curazao; Curazao-Antigua; Antigua-Montserrat y Montserrat- Antigua (ambos en barco); Antigua- Londres y Londres-Glasgow.
El premio deportivo de tal odisea fue que el debutante logró el gol para su equipo, aunque al final no contó mucho, ya que perdieron 2-1. En el partido en el que eran locales los eliminó un gol sobre la hora de Curazao, dirigido por Patrick Kluivert.
No importa que su Selección haya estado ubicada en el último lugar del ranking de la FIFA y como tal haya perdido 4-0 contra Bután, que le antecedía en la fila. El partido se jugó el mismo día de la Final del Mundial Corea/Japón 2002 y terminó siendo "La Otra Final", un documental llevado al cine por el holandés Johan Kramer.
Con su travesía, Taylor rescata el espíritu amateur porque considera que defender los colores de su país, en este caso el de sus ancestros, es una oportunidad que sólo tiene un puñado de jugadores en el mundo. Un compromiso con la playera nacional, al que suelen faltar otros colegas más encumbrados.
Por lo menos, además del orgullo, pudieron acumular millas en sus tarjetas de viajero frecuente.
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