La Federación Mexicana de Futbol presentó ayer su "nueva estructura".

Más o menos con los mismos, pero acomodados en distintos lados.

El mismo suculento pastel repartido de otra manera.

Decio de María empieza oficialmente a ejercer lo que en realidad ya lleva mucho tiempo ejerciendo, Héctor González Iñárritu pasa de la Selección al arbitraje, Fernando Cerrilla cambia de nombramiento para seguir haciendo más o menos lo mismo, Santiago Baños mejora de puesto y Guillermo Cantú regresa a donde alguna vez estuvo, pero ahora un poco más arriba.

Por lo pronto, la primera gran decisión de este nuevo equipo de trabajo será la de elegir al director técnico de la acéfala Selección Mexicana.

Pero si de veras quiere presumirse una nueva estructura, resulta evidente que son indispensables cambios que vayan mucho más allá de la simple designación de un director técnico.

Fomentar un mejor trabajo en la formación de futbolistas a nivel de clubes, regular el asunto de extranjeros y naturalizados, quizá exigiendo en cada partido, por equipo, un mínimo de cinco o seis jugadores nacidos en México.

Revisar y modificar un sistema de competencia promotor de la mediocridad e inhibidor de la búsqueda de la excelencia.

Establecer estándares más altos (y hacer que se cumpla con ellos), en lo que se refiere a la seguridad y comodidad de los distintos estadios, tanto para los aficionados como para los equipos visitantes.

Elaborar auténticos proyectos a nivel de Selección, con fases de preparación que no incluyan tantos partidos de simple relleno y con afán de sacar lana, en detrimento del necesario aprovechamiento futbolístico.

En lugar de seguir hablando de "nuevas estructuras", empezar a estructurar en serio y con una visión distinta, más futbolera y menos centavera.

Al fin y al cabo, aunque muchos federativos no lo entiendan ni sepan actuar en consecuencia, no todo en la vida es el dinero.

Y tampoco en el futbol.

 
 
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