La renuncia de Marcelo Bielsa al término del primer partido de la temporada con el Olympique de Marsella nos pone en guardia para esperar en cualquier momento noticias sobre su posible llegada a México.

Su dimisión irrevocable ha causado gran revuelo en medios franceses porque estaría tomando como excusa el cambio en algunos puntos del contrato que estaba acordado, mas no firmado, para hacerse a un lado.

Bielsa es un tipo de principios inflexibles. No se podría garantizar que, en efecto, no había motivos para presentar su inoportuna renuncia con la temporada en marcha. Pero tampoco los hay para que en cualquier momento futuro reaccione de la misma manera. Es un técnico idealista, con exceso de control sobre todo lo que hay a su alrededor y con una intolerancia importante a las cosas que no le gustan.

Leer sus libros es una delicia, charlar con él -sin micrófonos de por medio porque eso no le gusta- es como tomar una cátedra. El discurso a los jugadores del Athletic de Bilbao tras perder la Final de la Europa League y la Copa del Rey es memorable.

Es un personaje que posee conceptos acuñados por esa intelectualidad y ejercicio de la filosofía que pocos tienen en el mundo del futbol.

Es un perfeccionista que se enfrenta a un mundo imperfecto. Y honra a su apodo de "Loco" con una frecuencia innegable.

El futbol mexicano y el entorno de la Selección Nacional distan de las maneras clásicas para hacer las cosas. No es fácil imaginarse a Bielsa haciendo un anuncio con un loro en el hombro, jugando la cantidad de partidos que casi ningún representativo tiene en el mundo, o haciendo presentaciones a tutiplén.

Si Bielsa se confirmara como el sucesor de Miguel Herrera, cada parte tendría que caminar un trecho para que las distancias sean más cortas. Para que los jugadores sean menos distraídos por asuntos comerciales. Para no jugar dos torneos casi al mismo tiempo.

En su libro "Los once caminos al gol", Bielsa escribe algunas reglas. Algunas de ellas son: "El interés particular nunca estará por encima del interés del equipo". "Para el jugador, lo más importante es su Selección y debe sacrificarse por permanecer en ella". "El respeto por los horarios debe ser absoluto". "Bajo ninguna circunstancia está permitido el consumo de alcohol". "Dentro y fuera de la cancha, la voluntad del jugador por hacer siempre lo que se le exige es innegociable".

No suena nada mal defender valores tras los que se alinee un grupo humano. Bielsa tiene virtudes y conocimientos innegables.

Pero si fuese él, se estaría contratando una bomba de tiempo. Porque Bielsa lo es y el futbol mexicano también. La combinación tiene dos posibles escenarios: o revoluciona o explota.

 
fjgonzalez@reforma.com
Twitter: @fj_tdn