Los Tigres jugarán esta noche los primeros 90 minutos del partido de 180 más importante en su historia.

Al recibir al River Plate, la escuadra comandada por Ricardo Ferretti saldrá en pos de un marcador que le permita llegar el próximo miércoles con relativa tranquilidad a cancha argentina.

Después de su brillante exhibición en el encuentro de vuelta de Semifinales ante el Internacional de Porto Alegre, en esta ida de la Final necesitará una actuación similar para superar a un conjunto igualmente poderoso que aquel rival brasileño, pero con mayor oficio para manejar este tipo de partidos.

Sólo así podrá dar el primer paso indispensable para aspirar a ese objetivo que tanto prestigio le representaría al futbol mexicano.

Un futbol mexicano que con el reciente título obtenido en la Copa Oro, a pesar de los pesares, sigue recuperando su condición de máxima potencia de la débil y concakafkiana zona; pero que también acaba de ser sacudido a raíz del imperdonable comportamiento del director técnico tricolor, Miguel Herrera.

La agresión de éste contra Christian Martinoli, que ni siquiera tuvo como atenuante la "calentura" de un partido, era razón más que suficiente para tomar la decisión de destituir de su cargo al agresor.

Como tal decisión era ineludible (y mejor ni hablar de la otra agresión, la de la hija de Herrera contra Luis García), en este caso sólo puede hablarse de la autointerrupción de un proceso; porque para fines prácticos fue el propio Herrera quien decidió acabar con él.

Bajo estas inciertas condiciones (¿quién será el nuevo técnico tricolor y cuánto durará en el cargo?), este balompié mexicano urgido de restañar heridas y de alcanzar mayores logros, tiene ahora, por la vía de los Tigres, la histórica oportunidad de obtener el título de campeón en el segundo más importante torneo de clubes en el planeta futbolístico.

Que por lo pronto jueguen ellos de acuerdo a lo que está en juego y con todo lo que tienen para jugar, que es mucho.

Veremos si así juegan y si con eso les alcanza.

 
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