La Selección Mexicana enfrentará esta noche a la de Panamá en las Semifinales de la Copa Oro.
Hoy, uno de los compromisos será el de confirmar la mejoría mostrada el domingo en el trabajo defensivo y en la elaboración del juego, pero redondearla con ese mínimo de eficiencia en la definición con que no cumplieron en aquel partido ante los ticos.
Así podrán los tricolores, al medirse con el cuadro panameño, aprobar el primero de los tres exámenes que les falta resolver para asistir a la próxima Copa Confederaciones, el ansiado objetivo.
¿Será tan ansiado ese objetivo por el sustancial ingreso económico que lo acompaña, o también arroja ese torneo el beneficio futbolístico que muchos pretenden acreditarle?
Al margen de la verdadera importancia que ese futbolero certamen tenga, no ganar éste de la Copa Oro representaría un imperdonable fracaso, sobre todo tras haber confirmado el bajo nivel de los contendientes; o en dos o tres casos, cuando mucho mediano.
Hoy contra Panamá, el domingo contra el ganador de Estados Unidos y Jamaica, y después ante los estadounidenses por el otro medio boleto.
Ésa es la tarea obligada... y no se les debe exigir menos.
En cambio, en el caso de los Tigres, que hoy tratarán de avanzar a la Final de la Copa Libertadores, más que obligación puede hablarse de una magnífica oportunidad de realizar algo histórico.
Si libran el complicado escollo brasileño de esta noche, los Tigres estarán a dos partidos de hacer lo que ningún equipo mexicano ha hecho y, como cuentan con los argumentos necesarios para hacerlo, sólo queda por verse si los esgrimen como se debe.
Si la del conjunto nacional luce como una obligación, la de los Tigres se presenta como una oportunidad de ésas que en el futbol se presentan de vez en cuando o nunca.
Que cada cual juegue acorde con lo que está en juego.
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