El novato que regresó su auto Brillar con el Club Guadalajara es para muchos una señal de estrellato y fortuna... que no todos logran.
Ese parecía ser el camino de un corpulento y atlético defensa de 1.83 metros, hijo de padre hondureño y madre chiapaneca, llamado Edoardo Isella D'Gomez.
"Mi carrera no fue cualquier cosa, pero tampoco fue nada del otro mundo", admitió el ex jugador de 34 años.
¿Fortuna?, ¿riquezas?, ¿ahorros de lo que le dejó el futbol? Ninguno, solo la mentalidad de trabajar para sacar el sustento en un negocio de su madre en Tuxtla Gutiérrez, una terraza infantil y de diversiones.
Y pensar que llegó a ser jugador de Selección Nacional, pero todo eso es ya mera anécdota.
DE CONEJO A CHIVA Desde juvenil, era imposible que pasara desapercibido su tez morena y su presencia física lo hacían inconfundible. Fue encontrado en 1998 en los humildes Conejos de Tuxtla Gutiérrez, de la Tercera División, por Jorge Dávalos, entonces buscador de talentos de la Promotora de Salvador Martínez Garza.
"Estaba por cumplir 17 años: alto, bueno en la marca, rápido a pesar de su corpulencia, y con buen remate con la cabeza; al ver todo eso lo invitamos a venir a Guadalajara. Sus padres nos lo confiaron", recordó el "Vikingo".
Tras un año de formación y de jugar en Segunda División, Ricardo Ferretti le ascendió al primer equipo para cubrir las bajas de Claudio Suárez, Joel Sánchez y Alberto Coyote, entre otros.
Un amistoso en EU contra el América le abrió la puerta del debut en Primera.
"Tiene condiciones si trabaja adecuadamente para ser un jugador que destaque en el futbol mexicano, es alto, fuerte y atento. Dependerá de él", dijo Ferretti tras subirle al primer equipo.
Sin embargo, en ese juego sufrió rotura de ligamentos en la rodilla. Así el del debut debió esperar.
"Los que más lo resienten son mis padres, ellos estaban ilusionados con mi debut, de hecho el señor Ferretti me dijo que en el primer juego ante Morelia yo podría haber jugado de no haberme lesionado ...la verdad, es doloroso, cuando se me dio la noticia no me afectó, pero cuando estuve solo en mi casa, el llanto fue inevitable", declaró.
Justo durante aquella entrevista en 1999, salía del vestidor Marco Antonio "Chima" Ruiz, quien se recuperaba de una lesión similar y acumuló ocho meses de inactividad.
"¡Ánimo, negro!, usted va a salir de ésta, no se apure, uno queda como nuevo, ¡mire!", le dijo, señalándole su pierna operada.
A VENDER EL COCHE Isella se repuso y debutó con las Chivas en el Invierno 2000 y jugó 14 partidos, 12 de titular y ese mismo año se topó con Oscar Ruggeri, el argentino que llegó como DT del Rebaño.
"Vivía en la casa club y comenzaba a ganar un mejor salario, pero no las grandes sumas, pero el chico en lugar de ahorrar y ayudar a sus padres o comprarse un terreno, se gastó la plata en un auto de lujo", recordó Marcelo Rosemblat, preparador físico del "Cabezón".
Ruggeri se percató y lo obligó a regresar el lujoso coche.
"Y tenía toda la razón, porque el carro al final se queda en nada, en cambio tener un terreno o una casita por cualquier cosa que suceda, te podría solventar algunas cosas. Él tenía experiencia en el futbol y sabía de lo que me hablaba", recordó Isella. "Uno como joven no lo entiende cuando te lo dicen de esa forma".
El técnico le sugirió que mejor con ese dinero se comprara una casa... lo cual no ocurrió.
"Pasó el tiempo, buenas y malas decisiones hubieron, ahorros, no los suficientes y a lo mejor no me compré una casa para mí, pero terminé de pagar la de mi mamá, la reparamos y ahí está todavía".
SU LLAMADO AL TRI No tenía un año de haber debutado y Enrique Meza, entonces seleccionador nacional, le llamó al Tri para jugar unos amistosos de cara a la eliminatoria.
"No la creía la verdad, hasta que me dijeron de la directiva ya lo asimilé, pero sí fui nervioso, lo recuerdo bien", relató.
Fueron cuatro convocatorias en las que Meza le llamó, pero no jugó ningún partido oficial, pues pasó la Eliminatoria en la banca.
Ramón Ramírez fue su compañero de cuarto, y convivía mucho con Jorge Campos y Jared Borguetti; un vestidor de puros pesos completos donde él era el novato.
"Hay que ser sinceros, si no llegué a un Mundial es porque creo que no fui tan constante para jugarlo", admitió.
DE AMERICANISTA Ferretti lo llevó a los Tigres en el 2001 donde inició bien, pero otra lesión de rodilla le apartó de la cancha.
"Después se abrió el equipo de Jaguares en mi tierra, me invitaron al ser yo chiapaneco y acepté gustoso. Ahí creo es en donde mejor me fue, tuve constancia, gané buen sueldo y estaba con la familia", recordó.
Mezcló indisciplina con displicencia y Chiapas lo echó cuando encontraron a su hermano revendiendo boletos que le regalaban a él.
Luego pasó por el Cruz Azul en el 2004, al que llegó vía Cruz Azul Hidalgo; solo jugó un partido. Será más recordado porque en un entrenamiento golpeó a un novato en la nuca y lo dejó seminoqueado.
Volvió a Chiapas y ahí estuvo tres años más hasta que le dieron de baja; se quedó seis meses sin jugar, pero llegó a prueba con América.
"Un tanto circunstancial, pero sí, jugué en los dos grandes", afirmó.
Rubén Omar Romano, que vivía la peor etapa con las Águilas en el Clausura 2008, aceptó registrarle.
"Cuando llegué al América la verdad es que estaba muy complicada la situación, no andaba bien el equipo, pero es un equipo en el que nada pasa desapercibido. Mi experiencia ahí no fue fácil, solo estuve seis meses", dijo.
En el draft del 2009 fue negociado en el Ascenso con el León, pero no tuvo arreglo salarial y decidió parar. Ese paro se llevó un año.
"Fue una decisión difícil y al final me afectó mucho", admitió. Era el fin de su etapa en México. 98 partidos en 13 torneos, de los cuales en 53 fue titular.
"Para mi gusto fue corta mi etapa en México, pero uno no decide, sino que los caminos y las decisiones de uno, con aciertos y errores, son las que te forjan eso".
A CORRER Sin equipo, con poco dinero y ansioso por jugar, a Isella le llegó la invitación para jugar en los Halcones del Peñarol Mesilla, de Guatemala.
"El equipo de la frontera no era tan lejos, porque quedaba a 3 horas y media de Tuxtla", mencionó. "Ahí me quedé un año y medio".
En Guatemala no todo es color de rosa. Parte de la realidad a la que se enfrentan entrenadores y futbolistas implica ir a regiones marcadas por la violencia y el narcotráfico.
Por si fuera poco, un jugador promedio en Guatemala gana entre 5 mil o 12 mil quetzales, que al tipo de cambio actual son de 700 a mil 600 dólares al mes.
La cancha de La Mesilla, en Huehuetenango, limítrofe con México, era considerada una de las más peligrosas de la liga chapina.
Sin embargo con los Halcones logró ser regular, fue capitán y hasta hizo goles, lo que le valió pasar en el 2013 al Municipal, uno de los equipos grandes de Guatemala.
"Siempre peleamos las Finales, con Halcones llegué a jugar dos Finales contra Municipal justamente y las dos las perdimos por 1-0. Era mucha presión la verdad, no de la prensa, sino de la gente", recordó.
"A veces muchas peleas entre las porras, me tocó ver que se brincaban aficionados del otro equipo y comenzaron a corretearnos ¡literal! entonces ahí ya hablamos de otro tipo de presión, de algo más peligroso, de que te apedrean el autobús, te rompen vidrios, eso pasa mucho allá".
En Guatemala marcó 7 goles. En México nunca anotó.
"Quieras o no fue una experiencia peligrosa, eso más que otra cosa fue lo que me orilló a regresarme a Chiapas, el no andar corriendo, el evitar que te quieran asaltar o agredir", aseguró.
En Guatemala dicen que le dieron de baja por rendimiento, pero Edoardo asegura que fue él quien decidió ponerle fin a su carrera.
"Había mucha diferencia entre los de provincia con los dos de la capital, entonces batallar otra vez con que no te paguen, con viajar mal o que te queden debiendo, la verdad, ya no quise seguir así, ya mejor me regresé para la casa", dijo.
Actualmente solo le quedan los recuerdos de haber formado parte de uno de los Jaguares más poderosos con Salvador Cabañas, Ismael Fuentes y Carlos Ochoa, y de su paso por el Tri.
"Hay buenas o malas decisiones, no es un secreto ni un pecado tampoco, así es como aprende el ser humano", dijo sobre su retiro obligado.
"Varias malas decisiones que tomé seguramente acortaron mi carrera, pero me parece que logré jugar más de 150 partidos en Guatemala, casi 100 de Liga en México y de los errores se aprende siempre. Seguramente tuve malas decisiones, eso seguro, pero mi etapa de futbolista la disfruté, ahora hay que trabajar porque la vida sigue".
Hoy Isella vive con su familia en casa de su madre. Atiende el negocio, pero no descarta estudiar el curso de entrenador.
"Pero para dirigir a los niños, porque los grandes nunca me harían caso".
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