Ayer arrojó la Copa América el tercero de sus semifinalistas, y hoy saldrá el cuarto.
Los representativos de Chile, Perú y Argentina ya hicieron lo necesario para instalarse en la penúltima Fase, y ahora veremos si son los brasileños o los paraguayos los que completan esta selecta lista.
Quien hoy salga airoso enfrentará en esa Semifinal a la escuadra argentina; y el otro duelo será entre chilenos y peruanos.
Es decir, que para el conjunto anfitrión el camino rumbo a la Final parece más accesible, a pesar de ser la de Perú la más agradable de las sorpresas en este torneo.
Lo desagradable, en realidad, ha corrido precisamente por cuenta del equipo de casa.
No en lo que se refiere a su despliegue futbolístico, por supuesto (porque éste ha sido meritorio, convincente y a ratos vistoso), sino por los dos lamentables incidentes que han ensuciado al juego.
Primero el de Arturo Vidal, cuya irresponsabilidad e indisciplina fue olímpica y descaradamente ignorada por el propio técnico chileno, Jorge Sampaoli, incapaz de distinguir y defender valores de mucho mayor importancia que los de la simple cancha.
Después, ante los uruguayos, se produjo la deleznable acción de Gonzalo Jara, pobre futbolista más corriente que común; de baja calaña, como hay muchos, de ésos que "piensan" que en la cancha todo se vale porque lo único importante es ganar sin importar cómo.
Nada podrá abonársele a la limpieza de este juego mientras sigan siendo defendidos como futbolistas quienes se comportan como barbajanes.
Y mientras técnicos y dirigentes tampoco entiendan a cabalidad el rol que les corresponde desempeñar en esa labor de limpieza.
Enaltecer el juego, empezando por castigar y de preferencia erradicar a quienes se empeñan en ensuciarlo.
¿Será tan difícil hacerlo?
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