Hoy inician los Cuartos de Final de una Copa América en la que fracasó rotunda y lamentablemente la Selección Mexicana.
Un fracaso que se une a otros sufridos en este 2015 por los máximos representativos de nuestro balompié.
Se conjuga éste con el enésimo fracaso, por ejemplo, de la Selección Femenil dirigida por Leonardo Cuéllar, acostumbradísima a fracasar y aparentemente al margen de una verdadera revisión de resultados.
Si esos resultados y los respectivos procesos fueran realmente sometidos al debido escrutinio, desde hace rato se hubiera quedado Cuéllar sin disfrutar del generoso sueldo que recibe y para nada merece ni desquita, como hace unos días se ha encargado de recordarlo Charlyn Corral, la principal jugadora de su equipo.
Quizá sea la poca atención que recibe la Selección Femenil lo que les permite a los de pantalón largo, desde la banca y desde la oficina, hacer y deshacer con ella a su antojo; pero ya fue mucho, aunque en este caso parezca no haber límite.
En cambio, como en la Selección Mexicana que actualmente dirige Miguel Herrera sí está puesta toda la atención y ahí radica el verdadero negocio, inexorablemente los dirigentes se han visto poco a poco obligados a rendir las ineludibles cuentas.
En ese sentido, y más allá de los errores cometidos (empezando por el de haberle dado absoluta preferencia a la Copa Oro, por encima de una Copa América mucho más valiosa como vitrina futbolera), resulta encomiable que Herrera haya reconocido sin empacho alguno el tamaño del reciente fracaso.
Porque precisamente reconocer el propio fracaso es el primer paso, indispensable, para evitar el siguiente; algo que muy bien sabe Herrera y parece estar fuera del alcance del "pensamiento" de Cuéllar.
Que por favor cada quien asuma la propia responsabilidad en los fracasos, para evitar que éstos se produzcan en cascada como está sucediendo con la Selección Femenil y en otros tiempos sucedía con la "grande", la varonil, con el máximo representativo de nuestro futbol, el "equipo de todos" con el que tradicionalmente han medrado unos cuantos.
En aras de un mejor futbol, que cada quien desempeñe como se debe su propia tarea, en esa búsqueda del éxito que trae implícitas la necesidad de reconocer el fracaso cuando éste se produce, y la obligación de actuar en consecuencia para no seguir propiciándolo.
No hay que ser.
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