La semilla primigenia de lo que hoy se llama la Copa América se plantó en Argentina en 1916 con un cuadrangular entre los anfitriones, Brasil, Chile y Uruguay. El torneo lo ganaron los uruguayos, quienes también dominaron el primer tercio del Siglo 20 de los sudamericanos, olimpiadas y Mundiales.
El goleador de aquél campeonato se llamó Isabelino Gradín. Apenas hizo tres, pero le bastaron. Este montevideano había debutado en el Peñarol a los 21 años, hace este año justamente un siglo. Se caracterizaba por su velocidad, en el tiempo en que los que jugaban por las bandas se les llamaba puntero derecho o puntero izquierdo. En 212 partidos con los aurinegros logró 101 goles.
Cuentan las crónicas de la época que este descendiente de esclavos africanos, con raíces sudafricanas, lucía su capacidad para correr, tanto para hacer un dribling como para bajar a defender. Su pasaje por el Peñarol fue tan rápido como su zancada. Con otros amigos decidió fundar un nuevo club, el Olimpia, porque de esa manera se podía dedicar a su otra gran pasión: el atletismo. En esa disciplina llegó a ser campeón sudamericano de 400 metros, de 200 metros y en relevos en esas distancias, todo esto entre 1918 y 1922.
Pudo formar parte del equipo que habría de ganar la medalla de oro en París en 1924, pero Gradín no fue tomado en cuenta por diferencias con la Federación uruguaya. Tres años más tarde, ya al borde del retiro, fue invitado para viajar a Amsterdam para las nuevas olimpiadas, pero no quiso. Otra vez los celestes fueron campeones sin el sensacional puntero izquierdo. Paradójicamente, en una plazoleta de Montevideo que hoy lleva su nombre hay una placa que reza: "Isabelino Gradín, orgullo del deporte nacional, campeón olímpico".
Sin saberlo, el aporte mundial del moreno delantero estuvo en ese primer partido ante la Selección de Chile en Argentina. El triunfo uruguayo fue por 4-0 y los chilenos reclamaron el partido acusando a Uruguay de alinear a dos "africanos". Además de Gradín jugaba Juan Delgado, otro integrante del Peñarol.
Fue la primera vez que una Selección rompía el prejuicio de alinear jugadores de raza negra cuando ésta no era la etnia dominante en el país. En el siguiente sudamericano disputado en Brasil, Gradín fue también un ejemplo antirracial que ni siquiera los brasileños eran capaces de adoptar ya que no alineaban a ningún negro.
"Y te vi, Gradín/bronce vivo de la múltiple actitud/zigzagueante espadachín del golkeeper cazador...", inmortalizó el poeta peruano Juan Parra del Riego.
En una Copa América con grandes delanteros como Messi, Neymar, Alexis Sánchez y Cavani que hacen goles por decenas, los tres de Gradín de 1916 escribieron un precedente más vigente que nunca en la historia del futbol mundial.
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