Norbert Elias, en "La soledad de los moribundos" establece cuatro posibilidades que cada ser humano enfrenta de cara a la muerte, en el entendido de que sólo para el hombre representa un problema morir: pensar que existe una vida posterior, reprimir la idea de la muerte, pensar que los demás mueren, pero no uno mismo y, la última: mirar de frente a la muerte.
En el trayecto de la vida una pregunta sin duda, en algún momento nos ha invadido: ¿Qué haría de saber que vivo mi último día? Pocas, muy pocas personas gozan del 'privilegio' de conocer esta noticia y tener la posibilidad de responderse...
Lorenzo Schoonabert (41) murió "increíblemente feliz" de acuerdo a sus propias palabras, tras presenciar la victoria de su equipo (Brujas de Bélgica), ser el invitado de honor al encuentro contra el Mouscron de la Primera División belga y dar la patada inicial en marzo de este año. Luego de luchar 20 años contra el cáncer y 37 operaciones, decidió someterse a la eutanasia (muerte asistida) al día siguiente del encuentro: "esto será algo que mi hija nunca olvidará y que podrá disfrutar por el resto de su vida. Mi último sueño se hizo realidad, ahora puedo morir en paz y celebrar desde el cielo", dijo "Lorre" al final de la jornada.
El 22 de mayo pasado Santiago de Cárcer murió a los 28 años, sumamente tranquilo y rodeado por todos sus familiares. Santiago padecía un tumor inoperable desde hacía dos meses. Conservó lucidez y conciencia hasta el día de su muerte, tuvo la posibilidad de despedirse y de observar, una y otra vez, mensajes de aliento llegados de todo el mundo, por parte de futbolistas de su admiración e integrantes de su querido Atlante... después, procedió a morir sedado.
Hace algunos años escuché a un tanatólogo decirnos, previo a la muerte de mi cuñada: "Yo quisiera morir de cáncer... así tendría la posibilidad de despedirme sin dejar pendientes". Frase que cada vez, con mayor frecuencia, recuerdo.
Santiago tenía una vida sumamente activa, alegre y rodeada de un inmenso amor muy fácil de palpar. A medida que avanzaba su padecimiento y retrocedía su posibilidad de comunicarse, preguntó a su madre si moriría. Tras la respuesta afirmativa, apareció la tranquilidad y el gozo por preparar su partida con una serenidad más propia de un monje tibetano que de un maratonista, futbolero y amigo popular. Y es que, a partir de ahí alejó el dolor, ese que nos invita complejamente a estar vivos para trascender a un estado tan pleno como envidiable, estado que supongo se encuentra reservado para muy pocos. No tengo duda, el entorno de su muerte fue la más clara prueba que Santiago fue un enorme hijo con enormes padres, un gran hermano con maravillosos hermanos y un extraordinario amigo con extraordinarias amistades.
De las cuatro posibilidades para afrontar la muerte que establece Elias, tanto Schoonabert como Santiago eligieron mirar de frente a la muerte, dejar de considerarlo un problema y tomarlo como una solución. Ambos tuvieron la posibilidad de conocer que vivían su último día, y ambos decidieron vivirlo con la combinación infalible que, muy probablemente usted, al igual que yo, elegiríamos para acompañarnos en el último recorrido: futbol y seres queridos.
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