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La Dominguera
San Cadilla | 31-05-2015
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Negocio redondito
 
El futbol de la Concacaf no sería como lo conocemos sin Chuck Blazer, un simpático personaje que tiene pinta de Santa Clos, visionario en un mundo en el que el dinero fluye como el agua.

Charles Gordon Blazer (26 de abril de 1945, Nueva York), con base en audacia, carisma, capacidad para las ventas y buen ojo, logró ganar por lo menos 21 millones de dólares en el futbol, un negocio que en Estados Unidos simplemente no existía.

Chuck no era un apasionado del deporte, de hecho, nunca lo jugó, pero sabía que en el mundo, fuera de su país, era el más popular y generaba buen dinero. En 1989, las compañías de televisión estadounidenses no tenían idea de cómo vender comerciales para un partido de 90 minutos, sin tiempos fuera ni pausas hasta el medio tiempo.

La Selección no había clasificado a la Copa del Mundo en 40 años y nadie se quejaba. Junto a las Grandes Ligas, la NFL o la NBA, cualquier intento de crear una Liga profesional seria en ese país era, por decir lo menos, patético.

 
 
VISIONARIO
 
El futbol, desde Panamá hasta Canadá, es controlado por la Concacaf.

En aquellos años, el deporte estaba en manos de México y países de Centroamérica. Chuck hizo las cuentas: si la Concacaf tenía 41 asociaciones y cada una ejercía un voto, sin importar su influencia, la calidad de su futbol o su historial en la Copa del Mundo, todo era cuestión de apretar manos.

En noviembre de 1989 arribó a Puerto España, donde Estados Unidos enfrentaba al de Trinidad y Tobago en un partido decisivo para clasificar a Italia 90.

Un gol de Paul Caligiuri le dio la victoria a los de las Barras y las Estrellas y su boleto a Italia, pero Chuck no estaba ahí para echar porras, sino para reunirse con su amigo Jack Warner y plantearle la idea de conquistar la Concacaf.

Ambos se conocieron en 1984, como representantes de sus países en la confederación, y dos años después acudieron juntos a varios partidos de México 86. Chuck llamaba al otrora maestro de escuela, convertido entonces en federativo, su mejor amigo.

El día después de la derrota de Trinidad y Tobago, Chuck convenció a su amigo de lanzarse por la presidencia de la Concacaf. El trinitario ganó la elección de 1990 con el triple de votos que el mexicano Joaquín Soria Terrazas.

De inmediato, Warner nombró a Chuck secretario general de la Concacaf.

 
 
PRUEBA Y ERROR
 
Chuck hizo negocio con el futbol desde antes de llegar a la oficina de la Concacaf, aunque sus empresas no hayan sido rentables para todos los involucrados.

Su primer negocio exitoso se dio por 1970, cuando dos hermanos de Filadelfia contribuyeron a crear la fiebre por el primer emoticón del mundo, una carita feliz amarilla con la leyenda: "Have a Happy Day".

En Queens, Chuck dirigía una fábrica de botones, propiedad de su suegro, y se encargó de fabricar la mayor parte de las icónicas caritas.

El problema llegó cuando los hermanos de Filadelfia no pudieron satisfacer la creciente demanda de botones, porque Chuck también le vendía a la competencia.

En 1976, su hijo Jason comenzó a jugar futbol. Entonces, apenas unos 100 mil niños en Estados Unidos practicaban el deporte.

Chuck se convirtió en el técnico del equipo de su hijo. Pero también diseñó y vendió uniformes, organizó los horarios de los partidos, rentó los campos y contrató a los árbitros, todo lo que tenía que ver con el negocio.

Así pasó casi una década, en Ligas amateurs y, brevemente, en el profesional, con la fundación de la American Soccer League (ASL).

Para empezar, Chuck cobró una entrada de 10 mil dólares por equipo, tomó el cargo de Comisionado y se encargó de toda la operación de la Liga, que arrancó en 1988.

Chuck apareció como dueño de un equipo, el Miami Sharks, se pagó a si mismo 72 mil dólares en el primer año y usó la chequera del club para la renta de una suit para él y su perro Shih Tzu, Tango, en el Hotel Four Ambassadors, de Miami.

Con menos de mil personas por partido, la Liga fracasó tras su segunda temporada y Chuck desapareció en 1989, pero unos meses después, reapareció apoyando a Warner para la presidencia de la Concacaf.

 
 
EL ASCENSO
 
En 1984, la US Soccer, encargada de todo el futbol en Estados Unidos, tuvo su elección para presidente.

Chuck diseñó un plan: se autonombró presidente de la Asociación de Soccer del Este de Nueva York, se las arregló para ser anfitrión del evento y convenció a Pelé de que hiciera campaña para él. Ganó.

Como presidente de la US Soccer se reunió con el promotor Hugo Brandi para exigirle que incluyera a Estados Unidos en un torneo internacional en Los Ángeles.

El organizador tuvo que botar a Guatemala para hacerle espacio.

Con Chuck al mando, la Selección tuvo 19 juegos en sus primeros dos años y, seis años después, estaba en el Mundial de Italia.

Como líder de la US Soccer, Chuck impulsó la candidatura de su país para la Copa del Mundo de 1994 y creó la Copa Oro, el primer torneo de Selecciones de la Concacaf, que cada dos años, desde 1991, tiene cautivo al mercado de la confederación a través de la televisión, principalmente en México y Estados Unidos.

Además, sentó las bases para la MLS, que en el 2013 cobró 90 millones de dólares sólo por derechos de transmisión, en un contrato de ocho años por 720 millones.

Se convirtió en el primer estadounidense en medio siglo en el Comité Ejecutivo de la FIFA y convenció a sus directivos de tomar control de sus derechos de televisión, lo que generaría millones de dólares.

 
 
PEQUEÑO DETALLE
 
Chuck, por contrato como secretario general, cobraba el 10 por ciento de cada centavo que entraba a la Concacaf, ya sea por televisión, venta de boletos y souvenirs.

Eso lo llevó a una vida de espectacular lujo. Se llevó las oficinas de la Concacaf a Nueva York, a la Torre Trump, y se encargó de que el organismo le pagara la renta, pero no sólo a él, sino también a sus gatos.

La Concacaf también pagó por propiedades para su uso personal en Miami y Bahamas.

El problema era que Chuck no pagó impuestos de forma regular durante más de una década y sus finanzas desde siempre habían sido oscuras; con millones de dólares en cuentas fuera de Estados Unidos y empresas fantasma, pronto estuvo en la mira de las autoridades.

 
 
NO MÁS AMIGOS
 
A finales de 2010 la FIFA alistaba la elección de la sede de los Mundiales de 2018 y 2022. Chuck buscaba la Copa del Mundo para Estados Unidos en 2022, pero fue Qatar el ganador.

En marzo del 2014, reportes de prensa indicaron que Jack Warner y familiares recibieron más de 2 millones de dólares de un qatarí a cambio de votos a favor de la candidatura de su país.

Tres años antes, para Chuck resultó increíble enterarse de que su amigo no había votado por Estados Unidos. Su relación terminó.

En 2011, Chuck denunció ante la FIFA un intento de Warner y el qatarí Mohamed Bin Hammam de ofrecer sobornos por votos, con bolsas que contenían, cada una, 40 mil dólares en efectivo.

Bin Hammam y Warner fueron suspendidos por la FIFA. Chuck se convirtió en un soplón, un héroe, comprometido a limpiar al deporte de la corrupción.

Sin embargo, dos semanas después, evidencia de compañías fantasma que Chuck usaba para sus transacciones en futbol y sus negocios oscuros en la Concacaf comenzaron a emerger. Suspendieron los pagos que debían hacerle hasta terminada la investigación y, finalmente, en diciembre dejaó su puesto.

La Justicia de Estados Unidos inició una investigación sobre Chuck.

La Concacaf lo acusó de fraude contra la confederación, malversación de fondos, incumplimiento de responsabilidad fiduciaria, evasión de impuestos y violación al Código de Ética de la FIFA. Dos años después, la FIFA suspendió su propia investigación contra Chuck.

 
 
EL TOPO
 
El escándalo de corrupción en la FIFA, que se desató por el arresto de siete altos ejecutivos, acusados de corrupción, fue el resultado de una larga investigación que comenzó en Estados Unidos y que tuvo a Chuck como personaje central.

El año pasado, se declaró culpable de algunos de los cargos que le imputaba la Justicia de su país y, para evitar ser encarcelado, prometió colaborar con la investigación de corrupción en el organismo rector del futbol mundial.

Trabajó con el FBI, llevando un micrófono en un llavero para grabar conversaciones con los directivos de la FIFA en distintos continentes. Por este trabajo cobraba 6 mil dólares mensuales.

Con su ayuda, el FBI pudo llegar a los informes secretos que llevan a los indicios de que las sedes de los Mundiales Rusia y Qatar fueron compradas.

En meses recientes ha mantenido un perfil bajo y padece cáncer de colon. Aún escribe en su blog, titulado "Viajes con Chuck Blazer y sus Amigos", en el que describe sus travesías con celebridades, como el Papa Juan Pablo II, Vladimir Putin, Nelson Mandela, Pelé y Hillary Clinton, entre muchos otros.

Continúa viviendo en la Torre Trump y fue operado por una enfermedad que no fue revelada. Según él, la Concacaf todavía le debe unos cuantos millones de dólares.

 
 
Mail: san.cadilla@mural.com
Twitter: @SanCadilla
 
 
 
 
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