Refuerzos a lo Atlas Si alguien sabía de refuerzos extranjeros ése era el antiguo Atlas, que tenía muy buen tino para los problemas.
Famosa era la frase: "Ese refuerzo nomás podría llegar al Atlas". Hay muchos nombres e historias dignos de resaltar.
Con el presidente que fuera, la lista de petardos es amplia, con brasileños, argentinos, venezolanos, hondureños, colombianos, chilenos, uruguayos, suizos y peruanos.
Si habláramos de uno por uno, la fiesta de nombres no acabaría y la columna quedaría corta.
El rey es, sin duda, es Alessandro Mangiarriati. El dizque defensa jugó 87 minutos en un partido contra el Puebla y el Atlas recibió cinco goles.
Ese juego fue suficiente para que el suizo de padres italianos terminara con mal paso su aventura por el futbol mexicano. Antes de comenzar su carrera como futbolista, trabajó en Italia como repartidor de pizzas, jugó en el País de la Bota y luego emigró a Suiza.
Desde el primer momento se notó que lo suyo era más la moda o las telenovelas que el futbol. Bueno, eso de que era guapo lo comentaban las damas.
Juan Pajuelo también merece mención. El peruano jugó, bueno, fue registrado para el Verano 2002 y sólo participó en tres partidos. Su legado más grande lo dejó fuera de la cancha, ya que en una ocasión llegó tarde a un entrenamiento del Atlas porque su carro se había descompuesto.
A pregunta expresa sobre lo que había pasado, el peruano confesó que, al ir en camino a la práctica y no llevar mucha velocidad, decidió poner la palanca en R, de rapidito, pues, y al auto le tronó la caja de velocidades.
El argentino Sebastian Pena ha sido recordado en espacios anteriores y sólo dejó como recuerdo su fobia a los aviones.
Los defensas y los atacantes eran las posiciones favoritas de los anteriores dueños para llenar de refuerzos fallidos al equipo.
El hondureño Wilmer Velásquez llegó como solución para el ataque rojinegro tras acumular buenos números en su país y haber jugado en Brasil. Pero la cancha no miente y sus 468 minutos en dos torneos, en los que anotó un gol, hablan más que mil palabras.
El carnicero Gastón Puerari resaltó, pero por lo que no hizo en la cancha. Este uruguayo llegó después de jugar en el Chicago Fire, en la MLS. Allá sufría porque hacía mucho frío, así que levantaba el teléfono y le avisaba a su técnico que no asistiría al entrenamiento, pues no estaba acostumbrado a las bajas temperaturas.
Así que desarrolló su gusto por la pesca, deporte en el que ocupaba su tiempo en Chicago.
Como no se le dieron las cosas en México y el torneo en marcha, Puerari le pidió a los directivos que rescindieran su contrato, pues las criticas eran muchas y no soportaba la presión. Se puso de pechito para arreglarse y salir rápido del país.
Los hondureños no pararon con Velázquez, ya que varios torneos después hicieron su arribo, Carlo Costly y Georgie Welcome. Estuvieron en torneos distintos, pero su denominador común era una fiesta interminable. Muchas noches de farra vivieron en Guadalajara y todo eso se notó en la cancha.
Welcome llegó con cartel europeo, pues jugó en el Mónaco, pero nada de lo que hizo allá lo mostró en México, por lo que fue echado del Atlas. Con Costly la apuesta era grande, ya que se conocía por lo hecho como atacante de la Selección de Honduras frente a México. Tal vez con él las cosas no le salieron bien por la negra historia con la que llegó.
Antes de pisar suelo mexicano jugó para el Vaslui, de Rumania, equipo que lo contrató en el 2010. Todo iba más o menos, hasta que un directivo lo cachó con su esposa. Al parecer se trataba de Ciprian Damian, presidente del club rumano, pero no está confirmado el dato.
El chiste es que le dieron horas para salir del país, pues si no la iba a pasar muy mal. Cuentan que ni le pagaron deudas y sufrió mucho con el frío de aquella parte del mundo.
Tras el breviario cultural, ¿alguien se acuerda de las actuaciones de Rómulo Marques? Si su respuesta es no, es totalmente comprensible, porque apareció en 87 minutos.
El brasileño se adaptó a la vida tapatía y las fiestas, lo que le cobró factura y una lesión lo dejó fuera por varios duelos.
Daniel Ríos tampoco fue lo que esperaba Ricardo la Volpe. La "Pulga" hizo más viento a su llegada por las revisiones de una rodilla operada que con lo que hizo en el campo.
El brasileño José de Abreu Oliveira, apodado Cassio, no se quedó en el club por distintas razones. Algunos dicen que lo asustó un temblor y otros que, al verlo en los entrenamientos, en el cuerpo técnico se dieron cuenta de que lo suyo no era la técnica y, antes de comenzar el torneo, decidieron no registrarlo.
Lo chistoso es que administraciones posteriores le preguntaron a Fernando Quirarte por ese jugador, pues apareció un año en la nómina del Atlas ¡sin jugar! De seguro esa lana paró en la cuenta de alguien más.
Como volante, Luis Bolaños fue otra ficha, a pesar de que se le notaba nivel, pero prefirió ponerse a conocer México.
¿Recuerdan aquella parranda con Alonso Sandoval, en Cancún, después de perder con el Atlante? Lo peor del caso es que ambos perdieron el avión y aprovecharon para quedarse unos días en aquel paraíso caribeño.
Muy abochornado, Bolaños declaró que quería conocer Cancún, no perder el vuelo.
Para finalizar la lista está Elías Ribeiro. El brasileño fue contratado en diciembre, en plena mañana de Noche Buena. La información que había de él era que poseía una buena pierna, muy técnica; todo parecía estar bien, el problema fue que, en plenos días navideños, su agente pidió una buena cantidad de dólares que los directivos atlistas no pudieron reunir y el futbolista se fue a probar suerte en Arabia Saudita.
Las historias llegaron, por hoy, a su fin, pero no con eso quiero decir que no hay más recuerdos de petardos del Atlas, pues pronto los sorprenderé con otra historia. Por ahorita sólo me resta desearles buen domingo.
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