Prácticamente "nada para nadie" arrojaron como saldo los primeros cuatro partidos de la Liguilla.
Con la sobresaliente actuación del Pachuca se jugaron esos encuentros de ida de los Cuartos de Final que, en términos generales, dejaron mucho qué desear con respecto al futbol desplegado.
Otra vez el equilibrio de fuerzas, debilidades e inconsistencias, con equipos que ostentan una encomiable similitud de potenciales, pero también comparten esa tradicional e inquietante incapacidad para mantener y garantizar un mínimo de rendimiento; ya no digamos de un partido a otro, sino muchas veces dentro del mismo.
Ligera ventaja adquirida como locales por el Pachuca y el Querétaro, y benéficos empates conseguidos a domicilio por los Tigres y el Atlas, pero ninguna eliminatoria resuelta ni mucho menos; todo, todavía, al alcance de cualquiera.
Ahora, los Tigres tratarán de confirmar su condición de principales favoritos al recibir al Santos-Laguna con la posibilidad de eliminarlo incluso empatando a cero goles; y el América intentará remontar ante esos dinámicos Tuzos que bien pudieron haber decidido el asunto desde el miércoles.
Y mañana, el sorprendente Veracruz de Carlos Reinoso buscará revertir las cosas ante el encarrerado Querétaro de Víctor Manuel Vucetich, y el Atlas y las Chivas se enfrascarán en otro duelo tapatío de 90 minutos probablemente muy parecidos a los primeros.
Esperemos, porque sólo esperarlo queda, que cada aspirante al título sea capaz de jugar como si realmente aspirara al mismo, con un nivel futbolístico cercano al óptimo, y no por abajo de ese nivel promedio manifestado en la ya de por sí mediocre Fase Regular.
Que a partir de hoy, al jugarse los primeros dos de los encuentros de vuelta de estos Cuartos de Final, el futbol exhibido sea otro, acorde con lo que debe jugarse en estas últimas instancias del torneo.
Que en cada duelo prevalezca la más elemental justicia futbolera, que se imponga quien más lo merezca, y que esos merecimientos estén a la altura de lo que es y debe ser una Liguilla en pos del título.
Para que de esta instancia salgan airosos los mejores candidatos posibles, cuatro inobjetables semifinalistas.
Y para que, a final de cuentas, por favor termine por coronarse como campeón de nuestro balompié el verdadero mejor equipo; y no, simple y sencillamente, el menos malo.
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