Vamos bajando la cuesta.
Como canta Serrat, se termino la fiesta y cada uno vuelve con su cada cual.
Se tiene la ilusión permanente de que un Clásico entregue cosas maravillosas aunque los antecedentes hagan saber de la improbabilidad de que eso suceda.
El América está buscando, como cuando alguien va al siquiatra, cuál es su dosis adecuada.
Si al principio de la era Matosas las Águilas ganaron al León en un partido espléndido por su vocación ofensiva y su descuido defensivo, las cosas fueron cambiando gradualmente. De un medio de contención se regresó a tener dos.
Después de eso, los nervios empezaron a ponérsele de punta cada vez que recibía gol. El América se desacomoda, se desenfrena, se vuelca ante el estímulo pero tiene un problema: su juego colectivo no arropa el déficit individual de varios de sus jugadores.
Sambueza, el más confiable de todos, sumó ayer 27 partidos sin hacer un solo gol. Arroyo ha marcado sólo una vez. Darwin Quintero no hace sonar su cañón desde la Fecha 1.
La suma de esos males y de reveses sonoros han hecho cambiar la dosis: el América de ayer esperó a las Chivas. Y con una de sus individualidades marcó un golazo cuando el rival daba más manotazos sobre la mesa.
Perder a Sambueza al medio tiempo, prescindir de Peralta porque no está bien físicamente y cambiar el cuadro abridor en buen porcentaje, tenían un objetivo: cambiar las cosas, intentar algo diferente. Tomar unas cuantas vitaminas para seguir convaleciendo antes del viaje a Canadá donde el miércoles jugará la Final de Concacaf.
Chivas tiene más claras las ideas porque ha trabajado más tiempo para que así sea.
Su alineación cambia sólo por necesidad, el juego colectivo que ha ganado al paso de las semanas establece un buen punto de partida y juega sin sorpresas. No se vuelven locas las Chivas para atacar pero tampoco tienen la mente fija en defender. Tiene paciencia y suma puntos a tal grado que mantuvo el liderato general una semana más. Su visita a Tigres será decisiva para definir su futuro en una Liguilla que les espera con los brazos abiertos porque vaya que las ha extrañado.
El Clásico no pasa a la historia salvo por el golazo de Paul Aguilar, el enorme recorte de Aldo de Nigris en el empate y el lleno que volvió a registrarse en un estadio que ya ni en los Clásicos se daba ese lujo.
Chivas subraya sus premisas y América trata de resolver las suyas.
Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Después del Clásico, se acabó la fiesta y regresan los actores a la vida real y de rutina que necesitan resolver.
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