Se fue Cuauhtémoc, ahora sí se fue Cuauhtémoc. Los futbolistas contemporáneos son como los hijos recién nacidos: su existencia nos hace pensar que aún somos jóvenes.
No hay nada más triste que pasar inadvertido y si algo ha sido ajeno a Cuauhtémoc fue y será la indiferencia. En el libro "Cuauhtémoc Blanco, del barrio al Azteca", Hussein Forzán apunta: ".... un hecho que nunca podrá cambiar es que a Cuauhtémoc se le quiere o se le odia. Se ha convertido en el tipo de jugador ante el cual los aficionados no pueden permanecer indiferentes; o le rinden culto como a un dios o le odian...". Observamos futbol porque buscamos entretenernos, divertirnos, apasionarnos, intercambiar puntos de vista, discrepar o defender nuestra postura. Eso se vuelve terriblemente difícil cuando el futbol nos ofrece jugadores planos en partidos tediosos. Idolatría u odio, pero aburrimiento jamás en este futbolista.
El ídolo de Tlatilco probablemente participó en su post último encuentro, en su post último torneo y en su post último equipo, una decisión muy personal que no restó interés a su despedida en la Final de la Copa MX. Lo cierto es que los mensajes, los recuerdos, el agradecimiento y los reconocimientos no serán suficientes para lo que este muy particular jugador fue capaz de dar dentro de una cancha de futbol profesional, a lo largo de más de 20 años.
Supongo que con el retiro del Cuau termina también el recordatorio constante de aquel polémico festejo del "perrito" (1999) en mi portería del Atlético Celaya. Imposible imaginar que aquella escena trascendiera de la manera que lo hizo. En su momento reaccioné con el contraataque dentro de los espacios radiofónicos y escritos que tenía. Hoy, a tantos años de distancia, en distintas plataformas de la vida y con tantos eventos que nos han juntado, podría incluso agradecer que aquella jugada sirviera para mantener la vigencia y la prueba de lo que significan los códigos del juego, que Cuauhtémoc supo manejar con maestría: lo que sucede en la cancha, se queda en la cancha.
Hoy el Temo comienza en definitiva a degustar los agridulces sabores del día después, aunque por mucho tiempo (y como muy pocos) estará exento de ser "uno más", dentro de esta sociedad ansiosa de renovar prototipos atractivos y activos para su consumo. Su decisión de incursionar en la política (no me cabe duda de manera temporal) representa el ingreso a otras "grandes ligas": mucho menos lúdicas y consideradas... mucho más traicioneras y peligrosas... mucho menos divertidas y cómodas.
Se fue Cuauhtémoc, ahora sí se fue. Su ocaso resultó más largo que la carrera completa de muchos futbolistas. En una carta publicada en el mismo libro de Hussein Forzán ya referido, Toño Rosique dirige unas palabras de despedida en el 2007: "Intento imaginarme lo amargo que habrá sido quedar fuera del Mundial, sin duda, tu último Mundial (sic)... Ojalá que cuando llegue el retiro, encuentres la manera para seguir 'trabajando' de ídolo, aquí y allá, porque me queda claro que es tu verdadero y real talento". Sí, se fue Cuauhtémoc, ahora sí se fue. Ocho años más tarde ya puede leer lo que Rosique le escribió hacia "el final" de su carrera y en su propio libro que, evidentemente, resultó demasiado breve para su biografía posterior.
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