Las canchas del mundo tienen desde hace días unos ojos menos que las admiren con tanta poesía y visión política.
El escritor Eduardo Galeano murió, y ya no saldrán más metáforas de su pluma describiendo su gran pasión: el futbol. "Quise ser jugador de futbol como todos los niños uruguayos. Jugaba de 8 y me fue muy mal porque siempre fui un patadura terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido", se autorretrató.
Me da pudor firmar con mi nombre esta columna compuesta en su mayoría por conceptos seleccionados de su libro "El futbol a sol y a sombra" (Ed. Siglo XXI) donde describe, entre otros hitos futboleros, el tablero de este deporte apasionante. No ha sido holgazanería, sino respeto por su palabra.
- "¿En qué se parece el futbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que de él tienen muchos intelectuales".
- "Una vez a la semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio.(...) Con miles de devotos comparte la certeza de que somos mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son unos tramposos".
- "El árbitro es arbitrario por definición (...) Única unanimidad del futbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden. Nadie corre más que él. (...) Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota (...) Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuerda a su madre".
- "El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse o equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. (...) En los oficios humanos el ocaso llega con la vejez, pero el jugador de futbol puede ser viejo a los 30 años. Los músculos se cansan temprano".
- "Lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir (...) Está condenado a mirar el partido de lejos (...) el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace (...) Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía".
- "El gol es el orgasmo del futbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna (...) El gol, aunque sea un golcito, resulta siempre goooooooooool en la garganta de los relatores (...) y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire".
Dijo Galeano de Maradona en el Mundial del 94: "Jugó. Ganó. Meó. Perdió".
Parafraséandolo, podríamos decir de Galeano, el futbolista frustrado: "Jugó. Perdió. Escribió. Ganó".
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