Simpatía rojinegra Los nombres de los campeones se escriben con letras de oro, pero también existen otros ganadores.
En la tradición de los concursos de belleza, la Reina es quien se corona, pero también se otorga el título a la Señorita Simpatía, reconocida por sus colegas como las más amigable, servicial, extrovertida y alegre.
En el deporte hay competidores que, si bien no llegaron a tener la gloria en sus manos, serán recordados por algo que no tiene lugar en un mundo exitista.
En el 2000, el Atlas se hizo de un nombre en toda América por su participación en la Copa Libertadores. Ni siquiera logró entrar en los cuatro mejores, pero con su estilo alegre, espectacular y la calidad de su juego se ganó la simpatía de quienes lo vieron.
Ese equipo estaba formado por un grupo de desconocidos en Sudamérica. En México ya habían maravillado y perdido una inolvidable Final de Liga en 1999, frente al Toluca, en la tanda de penaltis.
Esos jóvenes apenas buscaban el sueño de hacer carrera en el futbol, y de pronto ya estaban en las grandes ligas del Continente.
Jugaban regularmente Erubey Cabuto, en la portería; Mario Méndez, en la lateral derecha; Diego Cocca, Fernando Salazar y Omar Briseño, en la central; Jaime Durán, en la lateral izquierda; Gerardo Torres, Juan Pablo "Chato" Rodríguez y Miguel Zepeda, en la media, y Daniel Osorno y Hugo Norberto Castillo, en la delantera.
En la banca esperaban Isaac Mizrahi, Pablo Lavallén, David Mendoza, Omar Flores, Ernesto Parada, Juan Pablo Santiago, Aílton Da Silva, Roberto Andrade, Mario Saucedo, Luis Javier Pulido, Francisco Bolaños, Christian Cásseres, Jorge Santillana, Eduardo Lillingston, Alberto Rizo, Juan Pablo "Javán" García y Juan Antonio "Mochis" Urteaga.
El conjunto rojinegro era liderado por Ricardo La Volpe, quien lo había moldeado con el tiempo a su estilo, como una especie de maestro regañón que buscaba que sus alumnos alcanzaran la excelencia.
Los interminables entrenamientos en Colomos, las repeticiones de jugadas y constantes pausas en los interescuadras vieron sus mejores resultados en ese periodo, entre 1999 y el 2000.
El Atlas era una bomba, pero le faltaba colgarse una medalla. La Selección contaba con una confiable fuente de talento en ese equipo, cuyos futbolistas eran codiciados por clubes nacionales y extranjeros.
La gran joya de la cantera rojinegra, Rafael Márquez, se había ido al Mónaco y ya era pretendido por clubes como el Barcelona y el Milán. Era cuestión de tiempo para que algunos de sus compañeros siguieran sus pasos y la Liberadores se convertiría en la ventana perfecta.
El Atlas compitió en un pentagonal eliminatorio rumbo a la Prelibertadores, en el lugar de los Tigres, que declinaron la invitación del promotor Eddie Aguirre. Los Zorros y el América se ganaron su boleto después de superar en el minitorneo en Estados Unidos al Guadalajara, el Toluca y el Cruz Azul.
Eran otros tiempos. El futbol mexicano no tenía espacios garantizados en la Libertadores y tenía que comprarlos. Los equipos venezolanos, los menos competitivos, accedieron a eliminarse con los mexicanos a cambio de una buena cantidad de dólares.
Los Zorros y las Águilas lograron meterse a la fase de grupos de la Libertadores y dejaron en el camino a los venezolanos Italchacao y Táchira. De esos equipos, los Zorros sacaron a dos refuerzos: Aílton y Cásseres.
Los favoritos del Grupo 4 estaban cantados: el River Plate y la U de Chile, muy por encima del Atlético Nacional, de Colombia, y el Atlas.
La historia de ese equipo quedó marcada porque superó las expectativas incluso de su propia afición, que emocionada atiborró el Estadio Jalisco el 22 de febrero para verlo debutar frente al mítico River, que llegó con figuras de la talla de Javier Saviola, Eduardo Berizzo, Pablo Aimar, Juan Pablo Ángel, Mario Yepes, Eduardo Coudet y Damián Álvarez.
El River se encerró y el 1-1 final fue frustrante para el Atlas, pero no para la crítica argentina, que elogió la agresividad y técnica de los Zorros.
Pero acaparó reflectores al vencer 3-2 como visitante al Nacional, empatar sin goles con la U y tropezar en el Monumental, donde fue un hueso duro de roer para el River, que sudó para vencerlo 3-2. Ese partido provocó elogios de los especialistas en Sudamérica. Algunos dijeron que Torres era el Fernando Redondo mexicano.
El cuadro argentino terminó con la ventaja en el marcador, pero agobiado por las constantes ataques rojinegros. El Atlas perdió el juego, pero ganó respeto.
Los Rojinegros lograron emocionar a Sudamérica con su estilo, como lo marcó durante décadas el sello de la Academia, de los Amigos del Balón. Ganaron nuevos aficionados en Guadalajara, la fiebre por ellos estaba a tope y el sueño de un campeonato se asomaba.
El Atlas goleó 5-1 al Nacional, en el Jalisco, y luego perdió 3-2 con la U, en Santiago, para quedar como segundo clasificado, detrás del River.
En los Octavos de Final enfrentaban al Junior de Barranquilla colombiano.
El 3 de mayo, el "Chato" Rodríguez aniquiló a los colombianos, que llegaron al Jalisco en busca de un empate, pero terminaron aplastados. Dos goles del tapatío, quien había fracasado en el Preolímpico unos días antes con la Sub 23. Estuvo magistral esa noche.
El "Chato", quien había abierto el marcador con un penalti, cobró una falta por la banda izquierda y colocó el balón en el ángulo superior izquierdo de la portería de Agustín Julio.
El 10 de mayo, en el Estadio Metropolitano Roberto Meléndez, sucedió lo impensable. El estadio latía con la pasión de la afición del Junior, pero al final se quedó con el Atlas.
No sólo por los goles de Rodríguez, Osorno y Aílton, sino por su clase y futbol, los Rojinegros se ganaron el cariño de la afición barranquillera. Al final, más de 60 mil espectadores, que habían enmudecido por completo con la tercera anotación de la visita, encendieron "olés" a favor de los Zorros, no sólo de rabia contra los suyos, sino de admiración para sus rivales.
El juego terminó 3-1 (5-1 global) y los Rojinegros se despidieron de la afición entre aplausos de gente que se puso de pie. Después de esa demostración, la fiesta y la ilusión en Guadalajara llegaron a su punto máximo. El Atlas estaba en Cuartos de Final y ahora iba por el Palmeiras, vigente campeón del torneo.
En la Liga el equipo también brillaba y se metió a los Cuartos del Verano 2000. Las constantes quejas de La Volpe por la apretada agenda de su equipo se escuchaban a diario y los directivos de la Primera División decidieron mover los juegos de Liguilla a los fines de semana.
La ilusión por campeonar tenía dos frentes y los Rojinegros tenían con qué. Su invicto en el Jalisco, su futbol espectacular, la calidad de sus futbolistas y la mano de La Volpe eran su evidencia.
Ocho años después de eso, en la víspera de un partido del torneo sudamericano frente al Boca Juniors, el técnico de los Zorros, Miguel Ángel Brindisi, se limitó a explicar una posible eliminación de su equipo en Cuartos, con la simple frase: "Boca es Boca".
El 18 de mayo del 2000, el Atlas recordó de forma triste su eterna maldición: "Atlas es Atlas".
El primer sorprendido por el triunfo de 2-0 del Palmeiras en el Jalisco, con goles de Pereira y Euller, fue el técnico Luis Felipe Scolari. Su equipo no había ganado un solo partido como visitante en esa Libertadores y se enfrentaba a la máquina de futbol rojinegra. "Esto es algo que no esperaba", declaró.
Los Zorros llegaron con Zepeda, una y otra vez, pero fallaron, además de que Rodríguez erró un penalti. La suerte parecía echada.
En la Liga, unos días después, fueron eliminados por las Chivas en Cuartos. La primera oportunidad de campeonar se había esfumado.
El 25 de mayo, en el Parque Antártica, el Atlas perdió 3-2 y la segunda oportunidad se derrumbó en una semana. Rogerio, Ramos y Tardei sentenciaron la serie e hicieron inútil la reacción rojinegra, con Zepeda y Briseño.
Los Rojinegros le dijeron adiós a la actividad futbolística de la temporada y se alistaron para iniciar sus vacaciones, con las manos vacías.
A su regreso a Guadalajara, La Volpe, como era su costumbre, amenazó con renunciar si no le daban un equipo competitivo para el siguiente torneo, pero no se fue. El futbol de los Zorros nunca ha vuelto a ser igual y mucha gente se alegra todavía cuando habla de "ese Atlas".
El único sobreviviente en el futbol activo de ese equipo es el "Chato" Rodríguez, quien nunca se fue a Europa, como ninguno de sus compañeros, pero tuvo una exitosa carrera el México, en la que conquistó tres títulos de Liga, uno con el Guadalajara y dos con el Santos.
Hoy, a sus 35 años, juega de nuevo en el Atlas, el equipo que lo vio nacer y que se ganó el título de Simpatía en ese ya lejano 2000.
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