Cada vez luce más comprometida su posición y más oscuro el panorama para Javier Aguirre.
A los cuestionamientos en torno al partido entre Zaragoza y Levante en el 2011, con algunas pruebas bancarias que aparentemente lo involucran en la posible "compra" del resultado (con el que se salvó su equipo y descendió el Deportivo La Coruña), se añade su presunta intervención en otro "sospechoso" duelo entre el Espanyol y el Osasuna, en la penúltima jornada del torneo 2013-2014.
En esa penúltima jornada, un punto le servía al Osasuna (ex equipo de Aguirre y su oponente en ese partido), para aspirar a salvarse en la última, algo que finalmente no logró hacer.
Mientras se presentan o no las pruebas correspondientes, el espacio para las especulaciones resulta propicio; que si Aguirre sacó de la cancha a su mejor hombre para allanarle el camino al adversario, que si ambos equipos "negociaron" descaradamente el empate, o que si en el gol de la igualada "se nota" la complicidad de un portero que se queda parado, aunque en esa jugada lo que también podría deducirse es que ante el imprevisto desvío al guardameta no le da tiempo de moverse adecuadamente... y por eso se queda inmóvil.
Si de especular y de sospechosas actuaciones de porteros se trata, por cierto, en la historia de las Copas del Mundo, por ejemplo, una de las principales sería la de Jan Jongbloed en la Final del 74; por no hablar de partidos completos, como aquel tristemente célebre 6-0 de la Selección Argentina sobre la de Perú en el 78.
El caso es que probablemente en el futbol de España, en el de México y el de todo el mundo, se han producido más trampas y partidos amañados que los que puedan suponerse.
Pero para castigar a alguien no basta con las probabilidades de que haya cometido una falta, ni con lo que cada quien quiera o pueda suponer o especular. Son indispensables las pruebas, y ésas son las que en este caso deberán prevalecer antes de emitir cualquier sentencia.
Mientras Javier Aguirre y los demás presuntamente involucrados logran o no aclarar las cosas, lo que también llama la atención es que esos asuntos sean tratados como auténticos delitos y no como simples actitudes vergonzosamente antideportivas.
¿Qué pasaría si en el futbol mexicano se descubriera y destapara cada irregularidad de similar tamaño, cada uno de los partidos amañados que se haya producido (seguramente pocos pero no inexistentes), se sancionara a los culpables entre dirigentes, directores técnicos, árbitros, jugadores o incluso periodistas, y además dichas sanciones implicaran no sólo severas suspensiones o expulsiones definitivas del futbol, sino también ameritaran encarcelamiento?
En ese caso, evidentemente, faltarían cárceles.
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