Ahora resulta que Cuauhtémoc Blanco quiere entrarle a la política.
El PSD (Partido Social Demócrata) ha postulado al talentoso futbolista como precandidato a la Presidencia Municipal de Cuernavaca.
Es decir, que para mantener el registro (y el negocio), este partido utiliza el nombre de un destacadísimo futbolista, que de política no tiene la menor idea, y cuya capacidad para desempeñar el cargo al que se le postula es prácticamente nula.
Seguramente muy bien pagado para tal encomienda, el astro tricolor devenido poblano la acepta sin reparo alguno; quizá hasta creyéndose con los alcances necesarios para cumplirla a cabalidad.
Ciertamente, no estamos hablando de un ámbito en el que la preparación sea un requisito indispensable, ni mucho menos.
Después de todo, ya se sabe que en México lo que impera a todos los niveles de gobierno es la improvisación, la corrupción, la incapacidad y el amiguismo, a tal grado que se puede llegar incluso a la Presidencia de la República sin haber leído un solo libro, o tras haber destacado solamente como vendedor de coca cola.
Pero aun considerando esa lacerante realidad de políticos arribistas, improvisados, incapaces y muchas veces no muy honestos que digamos, sigue sonando a broma de muy mal gusto ese desparpajo con el que Cuauhtémoc Blanco "agradece la confianza depositada en él" y asume "su nuevo reto".
Otra vez la proclividad a confundir roles, a no entender cuál es el que debe desempeñarse porque así corresponde hacerlo; para qué sirves y para qué no.
Quienes lo invitan solamente lo hacen en su afán de prolongar el cómodo y suculento negocio, y el invitado cobra gustoso haciendo como que se siente honrado y como que cuenta con los argumentos necesarios para aspirar a ser un buen alcalde o un eficiente funcionario.
Está bien que muchos gobiernen con los pies, pero no exageren.
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