Termina el 2014, año importante para los futboleros, quienes nos regimos por periodos que finalizan y comienzan cada cuatro años con la Copa del Mundo.
Nuestra referencia es lo que sucede en ese periodo y, más específicamente, durante el año en que se realiza la Copa del Mundo. Quiero compartirlo desde el punto de vista del aprendizaje: Sí, porque en el 2014 aprendí que acudir a un concierto de Billy Joel es arrancar y apropiarse de un pedazo de la historia musical contemporánea que uno no puede perderse... aprendí que la energía y el talento no son excluyentes y que se conjugan en un extraordinario artista como Bruce Springsteen.
Aprendí que cuando el amor por un equipo es incondicional, no importa la división en la que compita, no importan las desastrosas administraciones ni las pésimas decisiones... al final, uno permanece fiel y aguantador... con la esperanza de que en verdad sea una crisis y de que las crisis sean en verdad cíclicas.
Aprendí, a través de la Selección que nos representó en Brasil, que pensar en grande significa obtener en grande. Aprendí que un director técnico mundialista no debe ser arisco ni hermético... ni autoritario ni exclusivo... ni conformista ni temeroso.
Aprendí que la Copa del Mundo y, sobre todo, la convivencia diaria y constante con un grupo de trabajo, durante 45 días, te muestra la valía de cada uno de los elegidos para una misión tan importante como producir y transmitir 17 horas de contenido al día para la televisión de los Estados Unidos. Ahí, en esos eventos, en esos espacios tan reducidos de trabajo, nadie se esconde y, por el contario, surgen constantemente manifestaciones de solidaridad, necesidad y compañerismo difíciles de ver en la oficina cotidiana... aprendí que un Mundial es la oportunidad de demostrar tu capacidad, pero también de transmitir tus debilidades.
Aprendí que la edad de los hijos nada tiene que ver con su crecimiento y sus cambios hormonales... aprendí a vivir la adolescencia desde el lado más incómodo y muchas veces hasta frustrante: el paterno. Aprendí a detectar la pasión de los hijos y respaldarla, a compartir sus inquietudes y entender sus miedos... aprendí a tratar de darles calidad en el tiempo sobre cantidad... aprendí que un día sin ellos es un día incompleto.
Aprendí a disfrutar el trabajo, a observar, valorar y aprender las técnicas y habilidades de los compañeros, a sentir orgullo por nuestro equipo de trabajo. Comprobé que nadie es indispensable y que la vigencia en el mundo de la televisión dura no más de dos semanas.
La vida para los futboleros se divide en cuatrienios: lo que sucedió, lo que hicimos y lo que somos cada cuatro años en que se juega una Copa del Mundo.
Tras este periodo en que padezco la caída del cabello, las canas y el metabolismo verdaderamente cambiante, aunado a todo lo anterior, puedo establecer que antes de enseñar debo estar más que nunca dispuesto a aprender.
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