Los Tigres se acercaron al título en el penúltimo partido del torneo, pero el América intentará ganárselos en el último.
Después de 90 minutos de un duelo muy cerrado, la ventaja terminó sacándola el equipo que más la buscó: unos Tigres dominadores de una forma de jugar, que se reparten como ninguno las tareas y los esfuerzos.
Pero como de antemano se sabe que mañana, en la cancha del Estadio Azteca, la postura del América será muy distinta a la asumida el jueves en el Estadio Universitario, queda por verse la manera en que los Tigres manejan la ventaja adquirida a pulso y con mucha paciencia, para saber qué tantas probabilidades de éxito tendrán en su intento de obtener un título al que se han acercado.
Al margen de quién lo obtenga, lo que ambos equipos siguen debiendo es una Final de un nivel tan elevado que de alguna forma sirva para olvidar lo deslucido del actual torneo.
Si en 22 partidos ninguno ha jugado como verdadero campeón, que en el 23 sí lo hagan los Tigres o el América, para que este flojo torneo pueda contar con un campeón más digno de ser recordado.
¿De cuál nos acordaremos y qué tanto?
Queda en ambos la posibilidad no sólo de lograr el ansiado título, sino de aspirar además a un recuerdo más prolongado.
Sólo es cuestión de jugar como estos dos equipos pueden y saben hacerlo, para después ver a cuál de ellos le alcanza para más, para escalar ese último y enorme peldaño que en el futbol establece la abismal distancia entre subcampeones y campeones.
Si con todo y la merecida ventaja adquirida por los Tigres se antoja incierto el rumbo que tomará el partido en su "segundo tiempo", también lo es la calidad del broche con que cerrará el torneo.
Esperemos que sea de oro, para así atenuar el mal sabor dejado por tantos equipos que enseñaron el cobre.
Como es muy poco lo que se pide, no se debe aceptar menos.
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