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La Dominguera
San Cadilla | 23-11-2014
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Que lo cuente 'Lupillo'
 
 
Hablar de "Lupillo" Castañeda es hablar de una historia de telenovela, la del niño pobre que se abre paso en la vida para cumplir sus sueños y que encuentra en el futbol su mejor recompensa.

Todos alguna vez soñamos eso, ¿pero cuántos los logran realmente? "Lupillo" sí, aunque a veces exagere.

En su libro "Una Historia Qué Contar", Castañeda relata la historia de su vida antes, durante y después del futbol. Y lo hace de una manera tan ingenua y divertida, que pareciera increíble que a una sola persona pudiera sucederle lo que al legendario defensa del Cruz Azul.

"En mis sueños estaba comerme un plato de CornFlakes con plátano; el segundo era ser chofer de un camión foráneo; el tercero, ser futbolista".

"Pero de todos mis sueños el más grande era tener una bicicleta", narra en su libro el ex futbolista.

Así como en su libro, en la vida diaria, la forma peculiar de terminar sus historias -o al menos acomodar el final para arrancarle una carcajada al lector- es una característica del popular "Lupillo".

Como la vez que se fue de mojado a Estados Unidos, sin pesar que años después volvería... como seleccionado nacional.

 
 
 
 
ATLETA EN POTENCIA
 
 
Antes de que el futbol tocara a su puerta, a José Guadalupe Castañeda (Fresnillo, Zacatecas; 24 de febrero de 1965) le faltaba cumplir un sueño más: ser corredor de atletismo y ganar su medalla olímpica.

En la secundaria -que terminó... ¡a los 19 años!-, tuvo la oportunidad de correr los 400 metros planos y comenzar su carrera como atleta. Fugaz, pero al final de cuentas, cumpliría su sueño.

Castañeda combinaba sus entrenamientos entre visitas a la Barranca de Huentitán, el Parque González Gallo, el Cerro de la Estrella y la Unidad Revolución con la intención de ganar todas las competencias regionales, formar parte de la Selección Jalisco y competir a nivel nacional.

Fue en la Revolución donde luchó contra otros 100 corredores para ganar un lugar en el Nacional, lo que logró al terminar la carrera con un tiempo de 50 segundos en los 400 metros; así, se ubicó como uno de los cuatro seleccionados.

"Un mes después me llamaron para que me presentara en la pista y repitiera mi tiempo, pero una lesión en el muslo derecho me dejó fuera del Nacional.

"Como no sabía nada de medicina, seguí entrenando y casi me desgarro el muslo. Ya no podía correr y decidí alejarme del atletismo", cuenta.

 
 
 
 
EL SUEÑO AMERICANO
 
 
Con la frustración de no obtener una medalla olímpica y trabajando en un restaurante de mariscos, al "Lupillo" le revivió el sueño de ser futbolista profesional, aunque al mismo tiempo lo cautivaba el oficio de ¡ayudante de carnicero!

En su libro, "Lupillo" relata con su característica personalidad que, aunque estaba seguro de que algún día sería dueño de su propia carnicería, optó por dedicarse al balompié.

"Muchas gracias, 'Chico'", le dijo sincero al que entonces era su jefe. "Sí me gusta este trabajo (de carnicero), pero por el momento prefiero ser futbolista. Sin que te ofendas, 'Chico', yo no quiero ser carnicero: quiero ser futbolista".

Así de directa e inverosímil, como todas sus historias, fue la respuesta. Y emprendió el viaje a Estados Unidos como ilegal, a pesar de que ya era elemento de Fuerzas Básicas del Atlas.

El 10 de marzo de 1986 -luego de un día y medio de camino para cruzar la frontera estadounidense-, Castañeda llegó a Los Ángeles, donde su hermano ya lo esperaba.

 
 
 
 
EL CALCETÍN DELATOR
 
 
Castañeda trabajó un tiempo para cubrir sus gastos y abonarle a su hermano los 300 dólares que le había cobrado un "coyote" por pasarlo al otro lado; a cinco meses de su llegada como ilegal a Estados Unidos, un domingo volvió a reencontrarse con el futbol.

Lo invitaron a jugar en un equipo llamado Coras de Tepic, conformado por inmigrantes mexicanos, y también fue invitado como árbitro para ganarse un dinero extra.

En su libro, "Lupillo" narra cómo un día que le tocó participar como silbante, tuvo que interrumpir un juego porque su intestino lo traicionó.

"Apenas iban 30 minutos cuando me dieron unas ganas enormes de ir al baño, y por más que apretaba el rabo, sentía que me haría en pleno partido. Decidí pitar el medio tiempo cuando todavía faltaban 10 minutos", cuenta en su anécdota.

Los reclamos de los jugadores no se hicieron esperar.

"No se enojen, pero la verdad es que ¡ya me cago!", se sinceró "Lupillo", quien tuvo la "cortesía" de agregar en el segundo tiempo los 10 minutos que les debía.

La de por sí cómica situación no terminó ahí.

Después de que encontró un baño en una escuela cercana a la cancha -a la cual se tuvo que brincar y en donde además no había papel higiénico-, tuvo que explicar a los jugadores por qué había regresado con únicamente un calcetín. ¡Plofp!

 
 
 
 
DEBUT Y DESPEDIDA
 
 
Castañeda regresó a Guadalajara tras su estancia como ilegal en Estados Unidos, pues jugar al futbol profesional todavía era una asignatura pendiente, y militar en un equipo de Segunda División en Michoacán no era suficiente.

En marzo de 1987, "Lupillo" debutó en Primera División con el Atlas, jugando unos minutos en CU ante los Pumas. Otro sueño cumplido.

Entre lesiones y malos manejos de directivas, como él afirma, nunca tuvo continuidad y su fugaz salto a la fama se fue perdiendo en las divisiones inferiores.

La ayuda llegó de su hermano, "El Toqui" Castañeda, consagrado futbolista de los Zorros por aquel entonces y quien intercedió por "Lupillo" para que le dieran su carta. Ahora sí, a probar suerte.

 
 
 
 
DE DELANTERO A LATERAL
 
 
El León, en la Segunda División, fue su siguiente destino. Los altibajos continuaban, como delantero no lograba llenarle el ojo a los entrenadores, y aunado a todo ello, tenía una boda en puerta.

No tenía un peso para pagarla, pues el dinero que ganaba vendiendo fayuca los fines de semana o jugando en equipos amateur en lo que los Esmeraldas le confirmaban si se quedaba, se le iba en los traslados.

A punto estuvo una vez más de interrumpir su sueño de profesionalismo, ya con su esposa Estela viviendo en León, cuando su entrenador Ignacio Martínez fue cesado, dejándole el lugar a Víctor Manuel Vucetich.

El llamado "Rey Midas" del futbol mexicano iniciaba su andar como director técnico, y su figura fue determinante para que el zacatecano no viera cortada por enésima ocasión su aspiración de jugar en la Primera División.

Castañeda tuvo que sacrificar su amor por los goles para convertirse en defensa, la única posición donde Vucetich necesitaba jugadores, pues extremos tenía de sobra, y ahí no entraba "Lupillo".

"No nada más soy extremo izquierdo, también soy extremo derecho, centro delantero, lateral izquierdo y derecho, ¡póngame a jugar de lateral y si no le gusto me voy sin problemas!", le comentó a Vuce, apelando a la piedad del técnico para que no lo corriera.

Así empezó la historia de "Lupillo" Castañeda como defensa y su ascenso al Máximo Circuito.

 
 
 
 
DE VUELTA AL NORTE
 
 
En marzo de 1991, ya en Primera con La Fiera, el destino lo volvió a llamar.

Cinco años después de su aventura como "mojado", Castañeda viajaba a Los Ángeles, pero ahora como jugador de la Selección Nacional Mexicana.

"Me quedé mudo de sorpresa cuando vi que el estadio donde jugaríamos era el lugar donde había caminado junto con mis amigos, de 'perros', sin dinero, con una tristeza por andar en un país lleno de gente racista y que para ellos no valíamos nada", relató sobre el episodio en el que un grupo de raza negra los apedreó en los alrededores del Coliseo de Los Ángeles.

Castañeda levantó su primer título de Liga, en 1992, con el León, donde lo acompañaba "El Toqui". La vida y el futbol lo llevaron al Cruz Azul, donde también fue campeón, en 1997; ésa fue la última vez que La Máquina levantó un trofeo de Liga.

Un futbolista sui géneris, un ser humano folclórico, un personaje digno de un libro, pero que es mejor cuando se describe a sí mismo: el niño pobre que se hizo carnicero, que quiso ser atleta, que vendió fayuca, que fue ilegal, el futbolista profesional, el amateur, el campeón... o simplemente "Lupillo" Castañeda.

 
 
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