A un equipo de futbol uno le va por algo.
Porque nació en el mismo lugar donde juega, porque heredó el amor por la camiseta cuando lactante, porque sus amigos mayores lo contagiaron o porque ganó títulos a la edad en que, como el merecer, hay que adoptar unos colores.
Cuando el futbol se reglamentó y jugó en Inglaterra, la gente era partidaria del equipo de su pueblo, de su universidad o de la fábrica en la que trabajaba. Cuando aparecieron las Selecciones nacionales, la preferencia se remitió a una de las causas más naturales de la pertenencia: la tierra donde se nace.
Al crecer, el futbol ofreció mas alternativas para elegir. Cada quien tuvo su motivo, si no está entre los anteriores, para abrazar una camiseta y dar parte de la vida por ella por lo menos una vez a la semana.
Se acerca el Clásico regio con una temperatura ambiental inmejorable. Vendrá el América-Chivas el próximo fin de semana. Orígenes, filosofía, la aparente condición económica en que tuvieron sus orígenes o divergencias de la química deportiva explican todo: son asuntos de identidad, pasión y encono forjado con el tiempo.
Este sábado se juega un Clásico distinto. En el Bernabéu, Real Madrid enfrenta al Barcelona.
¿Tendría que haber probado el gazpacho, caminar por la Plaza España, haberse ido de tapas o pasear por el Parque del retiro el aficionado al Madrid?
¿O haber probado el pan con tomate, bailado por las Ramblas, haber tomado clases en catalán desde la primaria o haberse entretenido en las tiendas y kioscos de Paseo de Gracia el fanático del Barcelona?
Curioso. En la nueva era global, no hay que tener preferencia política u opinión sobre el referéndum barcelonés. Ni haber admirado la Sagrada Familia de Gaudí o conocer el Palacio de la Almudena de Madrid.
Porque a los blancos y a los azulgrana les van en China, en Australia, en México y en Tierra de Fuego.
La audiencia global, en su mayoría, no sólo ignora los colores, olores y sabores de las dos ciudades a las que representan ambos y mucho menos su filosofía. Ignoran muchos de ellos hasta dónde quedan en el mapa.
Al Madrid y al Barcelona los veremos jugando entre sí adoptando una preferencia porque hoy todo es global, los videojuegos ayudan a idolatrar y la mercadotecnia permite comprar camisetas de ambos -originales o piratas- en cualquier parte del mundo.
El partido de Liga más visto del planeta lo es porque la pertenencia no viene ya sólo desde la cuna sino también por el simple gusto de admirar a quienes hoy despiertan la pasión digital de unos tiempos inimaginables hace un par de décadas.
El Clásico mundial tiene diversas pilas de bautismo.
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