Sin que muchos aficionados y algunos equipos se hayan dado cuenta, entre hoy y mañana se rebasarán dos terceras partes de la Fase Regular del actual torneo en la peculiar Liga MX.
A estas alturas de la competencia se confirma, entre otras cosas, que son menos los contendientes con verdaderos merecimientos para clasificar, que los lugares disponibles para hacerlo.
Si realmente clasificaran los equipos de futbol bien calificado, en esta ocasión la Liguilla se jugaría tal vez solamente con cuatro: América, Monterrey, Atlas y Toluca.
Pero como prevalece y manda la visión del futbol como negocio, la poderosa maquinaria para fabricar billetes es utilizada al máximo y exige una Liguilla más larga, con ocho equipos, aunque la mitad de ellos no merezca jugarla.
Ciertamente, en defensa de la poco defendible Liga MX algunos podrían argumentar que también son demasiados los partidos que se juegan por ejemplo en el mejor torneo de todos, en la Champions League, en la que los auténticos aspirantes a ganarla para fines prácticos empiezan su lucha por el título a partir de los Octavos de Final, y no tanto en la Fase de Grupos.
Para llegar a las instancias en las que la corona en realidad se pone en juego, toda proporción guardada tanto en el mejor torneo de clubes en el mundo, como en esta modesta Liga MX, es necesario pasar por varias jornadas y más partidos de simple relleno.
Con la diferencia de que en la Champions es inevitable incluir a tantos por el territorio que abarca y por el benéfico propósito de darle cabida a los mejores de cada Liga, y que en México sigue siendo la mayor CANTIDAD de partidos posible el objetivo principal, y no la búsqueda del incremento en la CALIDAD en el juego.
Si allá se premia al mejor de cada Liga (o a los dos, o tres, o a veces cuatro mejores) con su inclusión en un torneo en el que después surge el mejor del planeta, acá basta con colarse entre los primeros 8 de 18 para después pelear por un título que termina por ganar cualquiera.
Cuestión de distintas culturas deportivas, y de un futbol que en ambos casos es manejado como negocio pero con diferentes visiones.
Una, la de largo plazo para ir poco a poco madurando un producto cada vez de mayor calidad y por lo tanto mejor vendido; y otra, la del avorazamiento del corto plazo que sólo piensa en incrementar la cantidad de partidos y de taquillas, ante la incapacidad de elevar la calidad de ese otro producto que cada vez se consume menos.
Y ustedes, estimados lectores, ¿Cuál visión prefieren y qué producto consumen?
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