Me urgía que llegara el día en que se empezaran a traer figuras de la talla de Ronaldinho a nuestro futbol.
Durante los últimos 30 años, su servidor exigía que subieran el nivel de los extranjeros que llegaban y por lo consecuencia, se reduciría su cantidad.
Desde los años 70, nuestro vecino del norte le apostó a reforzar sus incipientes ligas con jugadores de primera línea, hoy hacen lo mismo y se llevaban este pedazo del mercado internacional que no paraba en México.
La llegada de Ronaldinho, abre la oportunidad a jugadores de entre 30 y 35 años y que se encuentran en excelentes condiciones pero ya no dan para la exigencia europea.
Los árabes se los habían llevado por muchos años, luego Japón y casi siempre Estados Unidos.
¿Quién no quiere venir a jugar a México?, piense usted: excelentes canchas, inmejorable clima, ciudades de primer mundo y una afición sedienta de ídolos que no encuentra en casa. Ni hablar de la cantidad de dinero que pueden pagar ya algunas empresas internacionales mexicanas que se han involucrado con el futbol.
Quienes idearon traer a Ronaldinho nunca imaginaron dos cosas; primero, el que escribió el guión para su debut, estuvo a punto de llevarse el Óscar, y terminó en una pesadilla, con derrota y millones de dudas; y segundo, lo que nunca imaginó su directiva y menos su servidor, es que el Querétaro le viniera a llenar el estadio a las Chivas. ¿Qué no era al revés históricamente? Una más de las infames decisiones de la gente encargada del nuevo Chivas.
¿Qué sentiría un jugador del Guadalajara al saber que los aficionados que irán a verlos el domingo, no son su fiel, sino los que tienen la capacidad económica de ir a un evento social? El que va al estadio desde siempre a ver a las Chivas, no va en auto de lujo, ni mucho menos a VIP: es el aficionado de camión, de cerveza y lonche, de mentada de madre y chiflido.
Este nuevo público, con el nuevo estadio, con el nuevo equipo, con los nuevos precios, no gusta, no gana, no convence y no enamora.
Ojalá que en la cancha los jugadores no se involucren en estas cosas y salgan a buscar el triunfo tan necesario en estos momentos.
Ganar el partido contra UdeG dio y abrió posibilidades numéricas, y sobre todo, parece tener repercusiones en lo colectivo.
De verdad que no crean que no hablé del Atlas y su gran compromiso. Sólo les digo que si mi cartera da sólo para escoger un encuentro de los dos que ofrece la ciudad el fin de semana, por lo que pienso ver, me voy al Jalisco sin pensar.
Venga pues, al estadio que quiera y al equipo que guste, pero nunca deje de exigir lo que por su dinero le ofrecen: calidad.
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