No pretendo responsabilizar por encima de los otros 10 a un solo jugador, pero aquellos que fueron dotados de privilegios especiales, requieren crítica especial.
Me detuve en Marco Fabián durante el tiempo que jugó contra Bolivia el martes pasado.
Todos lo sabemos: se trata de un jugador distinto en capacidad técnica y desequilibrio. No es un jugador lento, pero podría ser más rápido aún.
Tiene muy buen disparo, pero no lo ocupa con la frecuencia que amerita. Se esfuerza por ser solidario en la recuperación de la pelota, pero entonces pierde fuelle para la siguiente jugada ofensiva que se le requiere.
Dicen los de al lado que es un buen compañero en el vestuario, pero no un líder como ordenan sus condiciones. ¿De qué juega Marco Fabián? ¿Qué es? ¿Un enganche? ¿Un segunda punta? ¿Un volante por izquierda? Esos cambios posicionales tampoco han abonado a su mejor nivel de consistencia.
En Londres 2012, deslumbró a propios y ajenos al ser uno de los tres o cuatro factores determinantes para la medalla de oro.
Luego, de la mano de Luis Fernando Tena en Cruz Azul, ha tenido más altas que bajas, pero no al nivel que permite su talento. No especularé en lo absoluto con su comportamiento tan citado fuera de las canchas.
El hecho contundente es que estamos frente a uno de esos casos recurrentes de futbolistas mexicanos que no deciden llegar a donde deben y pueden.
El día que Marco lo decida, será el jugador más determinante y titular en la media cancha de México. Ojalá no sea tarde ya. Creo que no, que este es el momento para decidir ser jugador de 90 minutos y líder, y no como hasta ahora de 20 minutos y comparsa. Con todo respeto.
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