La Liga MX tiene razones para establecer las fechas de inicio y final de cada torneo.
Pese a que no se recuerda un certamen que haya iniciado a menos de una semana respecto a la Final de la Copa del Mundo, las entradas a los estadios han sido en algunos casos más que razonables y la cruda postmundialista no trajo estragos importantes.
No hubo margen para más holgura. México tiene dos torneos con Liguilla, participación en torneos internacionales de clubes y de Selección, y partidos amistosos del Tri cada vez que es posible.
Las cosas son como son: quienes mandan en nuestro futbol han tomado esas decisiones y no renuncian a ninguno de los compromisos enumerados.
Todo tiene un costo de reposición, y ese se está pagando en este preciso momento.
Hay jugadores que ya con los planteles "completos" para el torneo que está iniciando, recibieron ofertas de Europa y al ser negociados han dejado un hueco en sus equipos que se resolverá, en el "mejor" de los casos, con importados de último momento y de dudosa calidad.
Otros futbolistas, normalmente mexicanos, escuchan el canto de las sirenas, con la distracción normal que les produce la posibilidad de irse al Stuttgart, al futbol turco, al griego, o al de quién sabe dónde.
A veces es un juego de sus representantes. En otras, hay fundamento en la intención de contratarlos, pero dejando correr las primeras semanas del mercado de piernas en el Viejo Continente, en las que se apuesta por lo que realmente les interesa, de acuerdo al tamaño del bolsillo de cada quien.
El mexicano es un mercado secundario en el que el jugador en cuestión -Raúl Jiménez, Marco Fabián, Alan Pulido- tiene los nervios tan alterados como en una sala de maternidad. Sus DTs también.
Un efecto más que produce la diferencia de inicio de torneo con las Ligas importantes de Europa, es el del desajuste por amistosos.
Nada despreciable es que el América juegue frente al Atlético de Madrid o las Chivas se midan al Bayern Munich. Pero mientras los equipos europeos viajan a América de pretemporada, los mexicanos ya están en plena competencia oficial, de la que se aplazan partidos y se cometen algunas incongruencias. Jugar con muchos suplentes, como lo hicieron ayer los contendientes del Azteca a precios estelares y ofreciendo un partido flojo, es una de ellas.
El futbol mexicano puede querer todo, como niño debajo de piñata. Pero no es posible agarrar todas las frutas.
Manteniendo las obligaciones y los calendarios actuales la calidad se diluye.
¿Habrá quién se anime a solucionarlo en aras del prestigio que se está persiguiendo?
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