Marco Antonio Rodríguez anunció su retiro. La figura más representativa del arbitraje contemporáneo mexicano se ha retirado inmejorablemente a los 40 años. Cuenta Eduardo Brizio en su libro: "El silbatazo final", respecto a esos últimos segundos: "Se jugaba tiempo de compensación, las lágrimas rebosaban mis ojos. Un solo silbatazo y atrás quedaría el dolor del infinito placer de ser recibido con abucheos e insultos... saber que jamás volvería a escuchar un coro monumental de 80 mil gargantas gritando: 'ratero, ratero'. Que nunca más volvería a casa reventado, con la duda, que al tratar de impartir justicia, quizás habría incurrido en lo contrario...".
Tuve la fortuna de estar presente aquel 16 de febrero de 1997 en el Sergio León Chávez de Irapuato, en su debut en Primera División. Atlante recibió a Pumas en la sede alternativa. Ninguno de nosotros conocía a Marco, perdimos 1-0, con cinco amonestados y un expulsado (Vlada Stosic), que desató su primera polémica como árbitro en la máxima categoría. Recuerdo que al final del duelo ingresamos al vestidor, contrariados por la "prepotencia" de un árbitro, muy joven, que dirigía con un estilo firme, sin titubeos ni diálogos con los jugadores; algo que en México no se veía.
Lo que de inicio nos parecía un estilo fastidioso y demasiado rígido, pronto se volvió reconocimiento. Un árbitro que no tuvo que adaptarse al futbolista ni al futbol mexicano.
La comparación inmediata fue el Profesor Castrilli, figura indiscutible de aquellos años, quien se caracterizó por no establecer diferencia entre local o visita y por tratar exactamente igual a todos los futbolistas, al no permitir diálogo ni llamarles por su nombre. A todos: "Señor". Creímos que era una imitación del excelente árbitro argentino, pronto nos dimos cuenta del error: Rodríguez no era la segunda parte de nadie, simplemente se trataba de un árbitro ganador, con metas claras y grandes aspiraciones.
Marco dirigió su último partido en Belo Horizonte, una Semifinal de Copa del Mundo que permanecerá con una página especial por el 7-1 de Alemania sobre Brasil. Casualmente también fui testigo de ese encuentro en el lugar de los hechos, ahora desde diferente trinchera. Su impecable trabajo fue llevado de manera muy distinta a su debut en Irapuato y a su forma de dirigir en México.
Adiós al gran árbitro, bienvenido el próximo director técnico. Al igual que Brizio, quizá también extrañará los insultos, pero como gran premio, en su partido de despedida, recibió el mayor reconocimiento tras el silbatazo final: la indiferencia de la gente hacia su persona.
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