Tim era un niño demasiado inquieto. Por las noches apenas dormía y cada día se volvía más obsesivo con las cosas. Se llenaba las bolsas de sus pantalones con piedras que recogía en los jardines, contaba las líneas de las hojas de los cuadernos y siempre ordenaba sus juguetes y ropa de la misma manera. Hasta que un día su madre, Esther, sospechó algo disfuncional y se hizo un espacio en su atareado día como vendedora de cosméticos femeninos y lo llevó al psiquiatra. Tenía 11 años y le diagnosticaron el síndrome de Tourette, que implica una conducta dispersa, hiperactiva, llena de obsesiones, tics y manías que pueden expresarse en distintos grados.
En aquel entonces, Tim había empezado a practicar futbol en el equipo de la escuela, primero jugador de campo, y había terminado de portero debido a su talla privilegiada. Pero su enfermedad recrudecía y ya no quería atajar cuando había, por ejemplo, 50 personas en el público. Ahí tenía a su madre, quien desde la línea de la cancha le impulsaba a mantenerse. El futbol le ayudó desde entonces a superar las principales manifestaciones de su enfermedad. "Es como el yin y el yang", dijo Esther. "Por un lado vino la enfermedad y por el otro la salvación del soccer".
Es el mismo Tim Howard que cuando llegó al Manchester United en 2003 los célebres amarillistas tabloides ingleses lo recibieron con encabezados como "¡Minusválido!" o "¡Portero maldito!" El actual guardavallas del Everton confiesa que cuando entrena, o juega, siente movimientos involuntarios en sus brazos, o en su cuello o aún en uno de sus ojos, pero que eso no lo desconcentra (¡vaya si hay pruebas!).
Uno de los tics más notables de la enfermedad es que el paciente puede tener tendencia a proferir insultos de manera involuntaria. "Por suerte a mí no me ocurre. En todo caso a veces tiendo a toser repetidas veces", confiesa Howard en una entrevista.
Recuerda sus tiempos de infancia donde no podía quedarse sentado en una banca de la escuela debido a su hiperactividad y tenía el permiso de los maestros para salirse de clase cuando se sentía agobiado.
Hoy en su rol del cancerbero más admirado de Estados Unidos, Tim Howard intenta dar el mensaje a aquellos que padecen su enfermedad de que es posible controlarla y usarla a su favor.
"Cuando estoy defendiendo la portería tengo los músculos más tensos que nunca, pero he logrado desarrollar a mi favor una rapidez en mis reflejos que estoy seguro es también resultado de mis otras limitaciones".
Hace unos días en el Mundial de Brasil, aquel niño Tim que era un remolino en las escuelas de su pueblo de Nueva Jersey, asombró al mundo con su récord de atajadas en la portería de Estados Unidos. El único tic que se le vio en la cancha fue el de que a cada ocasión de gol respondía con una salvada.
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