La visita de mi amigo Adrián fue en exceso divertida, pero realmente me dejó como trapeador viejo mal exprimido.
Su viaje express de 5 días para comerse Brasil, en el que además fácilmente se pasó el 25 por ciento del tiempo entre aeropuertos, salas de espera, vuelos, taxis o hasta transporte en bicicleta, fue demasiado demandante.
Creo que yo hubiera hecho lo mismo si supiera que sólo tengo 5 días para conocer un país o al menos las 3 ciudades que le tocó visitar, pero es un hecho que a ese ritmo alguien más estaría escribiendo mi esquela en lugar de que yo les contara lo que hemos hecho durante el viaje.
Anoche, después de recoger a Myriam a la 1:00 am en el aeropuerto y tomar un taxi para acá, para mí terminó el día, y aunque comenzó bastante temprano, en estos momentos me encuentro nuevamente agotado. Lo bueno es que mañana la cosa pinta mucho más tranquila, así es que espero agarrar un quinto nuevo aire en el viaje y poder seguir disfrutando.
Temprano fuimos a Copacabana a buscar las últimas compras para Adrián, pero también aprovechamos para entrar a la tienda oficial de la FIFA y hacernos de algunos souvenirs.
La verdad es que esta Copa del Mundo ha quedado mucho a deber por parte de la organización y el asunto de la mercancía de recuerdo no ha sido la excepción.
La tienda de Copacabana fácilmente ha de tener unos 400 o 500 metros cuadrados y, sin embargo, está llena de nada.
Millones de fulecos de diferentes tamaños y materiales, llaveros de lo mismo, playeras de diferentes selecciones que bien se podrían comprar en cualquier tienda de deportes y que no tiene una verdadera alusión al evento.
Obvio balones, plumas, mochilas y cachuchas sí hay, pero no existen los tradicionales pins y ya ni hablemos de cosas más de coleccionistas como las había en Sudáfrica. Por ningún lado se encuentran timbres, pósters ni mucho menos colchas, edredones, toallas o artículos para el bar a excepción tal vez de algún destapador o los imanes para el refrigerador.
Ignoro si esto fue precisamente en respuesta a que hace cuatro años se les haya quedado demasiado inventario de artículos alternativos, pero sí estoy convencido que es otra cosa más en la que este Mundial ha quedado a deber.
De ahí nos pasamos a visitar a mi amigo Rogelio Navarro, quien anda por aquí de freelance con AP/Globo. El estar entre cámaras de decenas de miles de dólares, un satélite y toda la tecnología que utilizan los ingleses para transmitir y facilitar el espacio para televisoras de múltiples países resultó toda una experiencia muy agradable.
Luego fuimos a cenar sushi, al cual mi estómago le está altamente agradecido, y cortamos la fiesta en paz para tener pila suficiente para mañana.
@hungaro_camara |