El regreso al hotel en Fortaleza fue con la cabeza baja.
El cruce de miradas entre aficionados vestidos de verde y los demás mexicanos aquí era casi esquiva. Como cuando uno asiste a un velorio. Todos nos comprendemos con todos y no hay que saludar haciendo ruido.
Un sabor tan conocido, pero tan desagradable, hay que dejarlo reposar, como no lo hizo Miguel Herrera en la conferencia de prensa. El primer impulso necesita enfriarse.
Se pueden hacer mil conjeturas, analizar la parte del juego que deseemos. Al final, México se quedó mas cerca que nunca de los Octavos de Final, pero no le alcanzó.
¿Porque no marcó Javier Aquino?; ¿por qué no debió haberlo mandado Herrera al campo?; ¿por qué el propio Aquino no le hizo caso a Chicharito para marcar a Sneijder, que estaba libre para el rebote, o por qué decimos -con Herrera a coro- que todo fue culpa del árbitro, respetando la cultura de responsabilizar a los demás de lo que no supimos hacer?
Se dieron muchas situaciones de partido, favorables y contrarias, que parecían tejer la dulce historia de la Selección que por fin llegó a Cuartos de Final.
Qué pena de los últimos cinco minutos, o mejor dicho 20, porque fue ahí cuando el Tri perdió el control del balón y del sistema nervioso.
Dejó de jugar, se replegó tal vez ajeno a su voluntad y no pudo resistir el último embate de un equipo histórico que no se iba a quedar como si nada al sentir cercana la muerte en un Mundial.
Al calor de la derrota, un par de cosas: los penales en contra de México sí fueron. Uno se marcó y el otro no. Ambos sobre Robben, que es uno de esos jugadores extraordinarios que pueden cambiar la historia en el momento menos pensado.
Exageró, si, pero hubo falta en ambos casos.
La otra: hace un mes no dábamos un centavo por una selección a la que no se le veían pies ni cabeza y que terminó alimentando la esperanza de avanzar como nunca antes lo había hecho.
La conclusión del viaje a Brasil es de agradecimiento para Herrera, Ricardo Peláez, los jugadores y todo aquél involucrado en el accidentado proceso de la Selección.
Los medios locales y adversarios ven a México con gran respeto. Hablan de un estilo fresco, audaz, peligroso, encomiable.
El Tri estaba haciendo el ridículo quedando fuera de la Copa del Mundo y terminó incrementando su prestigio.
Buenas consecuencias individuales habrá en este plantel, cuyo relevo generacional en algunos puestos es inminente y no abundan los candidatos para hacerlo.
Qué rabia perder como sucedió, qué pena haber soltado la gloria cuando ya se acariciaba. Pero qué bueno que México vino a Brasil.
Será para la próxima. Hay que estar seguros de ello.
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