El nuevo hotel tiene un terrible colchón y no dormí prácticamente nada, así es que me levanté incluso antes de que sonara el despertador a las 7:15 horas por la emoción de ir a volar en parapente.
Mentiría si digo que no me dio un miedo terrible. De hecho, en ese momento a lo que más le sacateaba era que al llegar al borde del precipicio me temblaran las patitas y me fuera de bruces hacia el vacío sin estar amarrado a nada. Sin embargo, mis debiluchas y ancianas piernas respondieron bien y ni me temblaron ni me alteré demasiado.
Juré que me iban a dar alguna especie de instrucción previa o algo similar, pero no fue así. Simplemente esperamos en fila a que tocara nuestro turno y lo único que me dijo Odilón fue: "te vas a parar ahí y corres hacia el vacío, no te preocupes, yo hago todo lo demás".
¡¿Qué?!, o sea, simplemente es córrele a lo güey hacia tu posible muerte, y ¿ya?
El vuelo fue completamente tranquilo, la sensación de volar libremente es algo que todo ser humano debería experimentar aunque sea una vez en su vida. De que estoy loco, eso no hay duda, pero créanlo o no tengo un vértigo terrible.
No me puedo asomar de la azotea de una casa de 3 pisos porque siento que el vacío me llama, sin embargo, dicen que para vencer los miedos lo que se debe hacer es enfrentarlos, así es que eso es lo que decidí hacer.
En cuanto aterricé, Adrián me dijo que el partido para el que teníamos boletos en el Maracaná era a las 17:00 horas, es decir, literalmente ya había valido madre pues nuestro vuelo a Fortaleza despegaría a las 17:50 horas.
Ni modo, todo sea por ver a México. Nos dirigimos al Sheraton que es donde la Selección colombiana estaba concentrada y aprovechando el tumulto de aficionados, le vendimos los boletos muy por debajo del precio pagado a unos cuates que ahí estaban.
Una vez que vendimos los boletos decidimos irnos al estadio a ver si en alguna de las macro pantallas veíamos el juego de Brasil, pero nos topamos con la sorpresa que en esta ocasión se desplegó un enorme operativo de seguridad que sin los boletos no nos dejaron pasar. Así es que Adrián se quedó sin conocer el Maracaná ni siquiera por afuera.
Nos fuimos al aeropuerto a ver el partido de Brasil-Chile. La gran actuación del arquero chileno, la inoperancia total de los delanteros verde amarelos, pero también la falta de idea de los atacantes chilenos generó un partido trabado que nos contagió a todos del nervio y la incertidumbre. Peor aún cuando se fueron a los penales. Lo que sí se develó fue que Brasil no tiene un equipo para ser campeón del mundo.
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