Estoy completamente seguro que una de las formas de penitencia que existen en el purgatorio es soportar el efecto de una cruda de cachaza, en un cuarto reducido muy similar al que tenemos en el hotel de Porto de Galinhas, con la ventana cerrada y el aire acondicionado apagado durante 824 días seguidos sin la oportunidad de poder tomar una aspirina o cualquier medicamento que disminuya el dolor de cabeza.
Una vez cumplida esta sentencia, sin lugar a dudas, cualquier ser humano por más mal que se haya portado en su existencia, accedería inmediatamente al paraíso por toda la eternidad.
También es cierto que anoche, mientras fuimos a Recife a disfrutar de la churrascaría de espadas Spettus y posteriormente en el bar tropical Jabá, todo fue risas y diversión y que las cachazas heladas que fluyeron con tanta facilidad contribuyeron al buen humor, pero aun así me cae que me salen debiendo.
Derivado de que en el hotel no hay mucha acción y que estar viendo las mismas caras todo el día nunca es sano para nadie. Fue entonces que Hans y Marco sugirieron movernos a Recife para ver el partido de Camerún contra Croacia, y aunque la idea final de ir al Spettus fue mía, honestamente les agradezco la iniciativa de salir del hotel.
No supe finalmente cómo cupimos en un taxi Volkswagen CrossFox los 5 más el chofer, pero la libramos hasta allá. Y digo 5 porque finalmente se integraron al grupo también Eduardo y Roberto, dos amigos bastante simpáticos que vienen en el grupo.
Tuvimos nuestra primera probadita de brasileño que quiere abusar de la Copa del Mundo para cobrar tarifas exorbitantes y es que afortunadamente ya hemos ido y venido varias veces a Recife y sabemos que la tarifa oscila los 150-160 reales que es entre 880 y 940 pesos, sin embargo, nuestro ocurrente chofer decidió cobrarnos 250 reales (mil 460 pesos) a lo que rotundamente nos negamos.
Le hice saber que ya habíamos recorrido ese tramo en al menos 4 ocasiones y que sólo pagaríamos 150 reales. Al final accedió sin mucho regateo y lo cerramos en 160.
Me alegro que no hubo gritos ni discusión pues ni bien nos habíamos sentado en el restaurante cuando Marco se dio cuenta de que había olvidado su celular en el carro. Lo primero que se nos ocurrió fue llamar al hotel para que se pusieran en contacto con el chofer y con mi rústico portugués logré comunicarme a la recepción y pedir que le solicitaran al chofer que nos trajera el aparato.
Todo funcionó a las mil maravillas y la propinota que le tuvo que dar Marco al taxista superó con creces lo que inicialmente nos quería cobrar.
@hungaro_camara |