A 20 años de la tragedia
Iban 35 minutos de juego. Andrés Escobar intentó cortar un servicio de John Harkes desde la izquierda, pero con la pierna derecha terminó por enviar el balón a la meta de su compañero Óscar Córdoba. Estados Unidos 1, Colombia 0.
La expresión en el rostro de Escobar y el de sus compañeros era, literalmente, de terror. No sólo estaba en juego el pase a la segunda ronda del Mundial, sino su propia vida.
Aquella calurosa tarde del 22 de junio de 1994 -ante casi 95 mil espectadores, en el Rose Bowl, de Pasadena- los dirigidos por Francisco "Pacho" Maturana salieron al campo bajo amenazas de muerte.
Diez días después de su autogol, el cuerpo de Escobar yacía en el interior de su vehículo muerto a balazos por un sujeto, cuyos jefes le ordenaron disparar.
"De haber sabido que esto sucedería (el asesinato de Escobar) con aquel gol, hubiésemos preferido perder", afirmó Thomas Dooley, miembro de esa selección estadounidense.
COLOMBIA Y 'NARCOFUTBOL'
Hasta 1987, el Atlético Nacional, de Medellín, no había ganado prácticamente nada. Entonces apareció Pablo Escobar, uno de los capos de la droga más grandes de la historia, para inyectarle dinero al club de sus amores y convertirlo en el más poderoso de Colombia.
Dos años antes, otro Escobar llamó la atención de "Pacho" Maturana en las inferiores del Nacional: Andrés, un chico de 18 años que recién había perdido a su mamá y a un hermano, pero cuyo temple y disciplina pronto lo llevaron a debutar con "Los Verdolagas".
Para 1989, el Nacional ganó la Copa Libertadores al vencer en penales al Olimpia de Paraguay; la menuda figura de Escobar apareció para anotar desde los once pasos. El primer título continental para un equipo colombiano fue dedicado al "Patrón".
Pablo Escobar patrocinaba academias, inauguraba ligas y apadrinaba equipos entre aplausos de los medellinenses. Ellos lo querían y él se dejaba querer. Era un ídolo para la gente, una especie de "Robin Hood" colombiano.
El líder del Cartel de Medellín invirtió millones de dólares en la compra de los mejores jugadores nacionales y extranjeros, lo que sin duda elevó el nivel del Nacional y, por ende, el de Colombia.
Pero no era el único. Además de Escobar, con el Nacional y el Independiente de Medellín, el también narcotraficante Miguel Rodríguez era dueño del América de Cali, y Gonzalo Rodríguez Gacha, "El Mexicano", del Millonarios de Bogotá.
Tras la muerte del "Zar de la Cocaína", el 2 de diciembre de 1993, el caos y la violencia invadieron las calles de Medellín.
LA FAVORITA DE PELÉ
A finales de los años 80 y principios de los 90, el futbol y el narco eran dos mundos paralelos en Colombia, atados por cuerdas invisibles e irrompibles.
Mientras la selección cafetalera se preparaba para disputar el Mundial de EU -marcado como uno de los favoritos por el propio Pelé-, el Gobierno colombiano gastaba millones de dólares en limpiar su imagen ante el mundo.
"El narco es un fenómeno muy grande, un pulpo que lo abarca todo. Si hay narco en la política, en la industria, en la construcción, ¿cómo no lo va a haber en el futbol?", declaró Maturana, DT de aquella selección, al periodista británico Richard Sanders.
Motivada por haber arrasado en las eliminatorias en Sudamérica -incluido un 5-0 a Argentina, en el Monumental de Buenos Aires- y su excelente racha en los amistosos, la afición invadía las tribunas con un exacerbado sentimiento nacionalista.
Pero esa gran expectativa recibió un duro golpe en su debut, el 18 de junio de 1994, con la inesperada derrota de 3-1 frente a Rumania; así, llegaron a su segundo encuentro, frente a Estados Unidos, con la consigna de ganar... o decir adiós.
'SI JUEGA, LO MATAMOS'
Previo al juego, Hernán "Bolillo" Gómez, auxiliar de Maturana, entró en la habitación del técnico y lo encontró preocupado.
"¿Qué pasa?", le preguntó. "Estoy recibiendo amenazas de muerte, a mí y a mi familia, si pongo a jugar a 'Barrabás' (Gabriel Gómez)", respondió.
Momentos después, se reunieron con el volante y le explicaron la situación; "Barrabás" dejó la concentración y nunca más jugó futbol.
Mientras, enterados de lo sucedido, los jugadores salieron al campo pensando en las amenazas y temiendo por sus familias.
"Si ese día salimos a un 65 o 70 por ciento (de su capacidad), les ganamos", sostiene Leonel Álvarez, integrante de ese combinado, en el documental "Los dos Escobar", de la cadena ESPN.
Vino el autogol de Escobar y la posterior derrota 2-1 ante los EU que los eliminaba del Mundial. Aunque vencieron en su tercer partido a Suiza, fueron último lugar del Grupo A.
Devastado, Andrés Escobar dio la cara en su regreso a su país. Se rumoraba que los apostadores habían perdido miles de dólares y estaban enfurecidos.
"Fue difícil, realmente no lo esperaba, nunca pensé en meter un autogol y menos en un Mundial", expresó Escobar en una de sus últimas entrevistas.
Después se revelaría que, antes de viajar a EU, el defensa había recibido dos ofertas para jugar en el extranjero: una de México y otra del Milán, de Italia.
UNA NOCHE FATÍDICA
La noche del sábado 2 de julio, 10 días después del autogol, Andrés le dijo a Pamela Cascardo, su prometida, que iría a un bar con sus amigos.
"Él quiso despejarse, a pesar de las advertencias, y salió a una discoteca", contó Pamela.
Así, se citó con unos amigos en un lugar llamado "El Indio", al sur de Medellín.
"Estábamos en la barra de la disco, (nos pusimos) a tomar, a disfrutar. La gente se le acercaba, lo apapachaba", recordó Juan Jairo Galeano, uno de sus acompañantes.
A las 3:00 de la mañana se despidieron y quedaron de verse en otro lugar para cenar, pero camino al estacionamiento, a 50 metros de ahí, Andrés fue abordado por dos sujetos, los hermanos Juan Santiago y Pedro Gallón Henao, quienes lo comenzaron a insultar.
"¡Felicidades por el autogolazo!", "sos un negro igual a Asprilla" y "señor Autogol", fueron algunas de las frases que le lanzaron.
Escobar les pidió respeto y que lo dejaran en paz, pero los agresores siguieron hostigándolo.
"Uno de ellos (Juan) se montó en el carro y le subió el volumen a la radio. Luego se bajó y después el chofer (Humberto Muñoz) se paró en la trompa y empezó a dispararle a Andrés", narró uno de los familiares de Escobar a la publicación "Semana", un año después del asesinato.
Muñoz jaló seis veces el gatillo de una pistola 38 milímetros.
"¡Golazo, golazo... gracias por el autogol", le gritaban los asesinos entre disparo y disparo, según publicó el diario Uno, de Argentina.
Fue trasladado a una clínica, pero murió en el trayecto. Al día siguiente, los noticiarios amanecieron con la fatal noticia.
"Yo estaba acostado cuando sonó el teléfono, a las 4:00 de la mañana. Era Hernán (Gómez, su auxiliar) y me dice 'Pacho, mataron a Andrés...'. No lo podía creer. Me quedé mudo", recuerda Maturana.
Hubo un desfile fúnebre por toda Medellín con más de 120 mil personas escoltándolo al grito de "¡Andrés, Andrés!".
DOLOR Y CORRUPCIÓN
Humberto Muñoz Castro, escolta de los hermanos Gallón, fue acusado de asesinar a Andrés y sentenciado a 43 años de prisión.
En 1995, con apenas la cuarta parte de su condena cumplida, fue liberado por "buena conducta"; los hermanos Gallón, autores intelectuales del crimen, jamás pisaron la cárcel.
Las hipótesis apuntaron desde asuntos de apuestas a un acto espontáneo de violencia, lo cierto es que a 20 años del crimen son más las dudas que las certezas.
"A Andrés lo mataron por el autogol. No hay otro motivo, porque él no tenía problemas con nadie. Jamás llegó a conocer un arma en su vida", dijo un familiar de Escobar.
En vida, Escobar siempre vio en el futbol el pretexto ideal para combatir los vicios entre la juventud. Era un ejemplo de limpieza y disciplina. No por nada lo apodaban "El Caballero del Futbol".
Sin embargo, a raíz de su asesinato, varios futbolistas pusieron fin a sus carreras, la gente se alejó de los estadios y se acabaron los estímulos para el deporte en Colombia.
"Por favor, que el respeto se mantenga. Un abrazo fuerte para todos y decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido. Hasta pronto, porque la vida no termina aquí", escribió Escobar antes de morir, en una colaboración para el diario El Tiempo.
El futbol perdió el partido contra la violencia. No escapó a sus tentáculos.
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