El día llegó para Brasil y se esperaba un País en ebullición. Hoy no es así.
La ciudadanía está inquieta y desilusionada por sus circunstancias de vida.
Ni siquiera el arrastre de esta religión llamada futbol ha logrado seducir en la medida de lo esperado.
Después de 64 años, Brasil espera enterrar para siempre el Maracanazo propinado por los uruguayos. Los estadios serán de los turistas, no de los oriundos.
Las manifestaciones sociales se han negociado. Cuándo menos de arranque, las protestas serán marginales y las advertencias gubernamentales anticipan cero tolerancia.
Mientras la caja de la FIFA suena y suena, las ciudades brasileñas exhiben los contrastes de una nación emergente que lucha desesperadamente por no morir en el intento. Las calles y avenidas que llevan a los estadios están saturadas de contrastes: casas a medio hacer, perros flacos, basura y caras tipo autogol.
Los turistas entran sin ningún rigor; las revisiones en los aeropuertos son verdaderamente ligeras.
El tráfico es peor que en cualquier viaductazo del DF a las 8 de la mañana. Afortunadamente la afabilidad del brasileño termina por imponerse. Gratitud y generosidad existen naturalmente en los ciudadanos brasileños, casi casi como la técnica individual y el regate en sus futbolistas.
Finalmente la hora cero llegó para los organizadores y hay muchas cosas que nunca estarán como se prometieron. Antes, El Cuaderno de Cargos, era un implacable requisito que se necesitaba cumplir en tiempo y forma so pena de perder la sede; hoy hay tanto flujo y compromisos comerciales, que la FIFA se hace de la vista gorda en eso.
Finalmente se acepta el paso de la tecnología, aunque sea en situaciones de gol que ya es mucho decir para sus parámetros.
En la cancha, reitero los pronósticos, más cuándo ya compruebo el efecto del calor y la humedad: será un evento muy favorecedor para los equipos latinoamericanos, tan acostumbrados a estos trotes, climas, céspedes y altitudes.
Veremos la resistencia europea después de torneos de alta exigencia y piernas cansadísimas. Alemania y España, a máxima prueba para intentar ganar por primera vez en América. Lo veo difícil. Veo a Brasil, Argentina, Uruguay y Chile como candidatos a trascender por nivel de juego y entorno descrito.
Un último deseo para jugadores, técnicos, prensa y aficionados: olvidemos la existencia de los árbitros y asumamos sus equivocaciones como algo incluido en el juego.
Nos piden y piden pronósticos para México. Es el tema de mayor interés. Uno sólo toma referencias, datos, observaciones y antecedentes. Tengo una expectativa moderada, simplemente porque no hay un equipo con kilometraje y hay pocos jugadores en estado de gloria.
Pero hay un dato duro: esta competencia se realiza cada cuatro años y es muy difícil ubicar alcances y niveles entre selecciones que sólo compiten en serio en estas lides. Cuándo lo hacen de manera amistosa, es con suplentes y únicamente con dinero de por medio, de manera que muchos llegan a ciegas.
Ni Camerún sabe en realidad a qué sabe México, ni tampoco nosotros cuál es la textura de los africanos. Es el partido clave, no por la obviedad de ser el primero, es que se supone es el menos complicado por cotización de plantel e historia, pero vaya usted a saber.
Sigo pidiendo hace meses lo mismo: que México juegue defendiendo el prestigio ganado desde el 93 y haciéndolo a tope. Ya veremos para que alcanza. No sería raro quedar fuera en fase de grupos, tampoco pasar a la segunda ronda.
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