Este viernes la Selección Mexicana tratará de dar su primer paso en una Copa del Mundo a la que llega con muchas más dudas que certezas.
Quizá desde 1966, desde aquel Mundial jugado en canchas inglesas, no había llegado el máximo representativo de nuestro futbol con tan desalentadores augurios al magno evento, como ahora llega.
Claro que en 1978, cuando más optimistas llegaron, fue cuando el mayor de los fracasos sufrieron.
Y en 1998, cuando los partidos previos no permitían abrigar mayores esperanzas de éxito, la escuadra mexicana tuvo tal vez la mejor de sus actuaciones en certámenes mundialistas.
Es decir, que de la teoría a la práctica suele haber en el futbol un enorme trecho, y a esa discrepancia entre pronóstico y realidad deberán atenerse Miguel Herrera y sus jugadores.
Si de apostar se trata, es mejor no hacerlo a favor de la clasificación de los tricolores en la Fase de Grupos, porque ahí sus probabilidades lucen abajo del 50, quizá alrededor del 40 (¿Brasil 90, Croacia 50, México 40 y Camerún 20?).
Pero como una cosa es la probabilidad y otra muy distinta el futbol que al momento de la verdad se juega, jugando a partir del viernes no el que ha jugado sino el que puede jugar el TRI estará en condiciones de aclarar su nublado panorama.
Como igualmente nublado aparece el de Camerún, este primer adversario se antoja propicio para que el equipo mexicano adquiera la necesaria confianza y alcance en su futbol la urgente mejoría.
Si en sus recientes actuaciones no han mejorado lo indispensable para aspirar a ganar, ante el conjunto camerunés los tricolores tendrán la gran oportunidad de primero ganar para después mejorar.
A ver si ganan, qué tanto mejoran y cuán capaces son, en la práctica, de contradecir a los pronósticos que en teoría no los favorecen.
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