La Selección Nacional llega con antecedentes adversos a la Copa del Mundo. Hay cosas que no están alineadas al optimismo.
Pocos de sus jugadores, si es que alguno, están pasando por uno de esos momentos que semejan el estado de gracia. Es decir, que traen la inercia de la victoria, del buen momento, de esa animosidad contagiosa con que pueden empujar a los demás a cambiar la tendencia.
Colectivamente, al Tri le falta ensamble. Es un grupo de solistas, unos más duchos que otros, que tratan de encontrar los tiempos justos para tocar al mismo tiempo y ofrecer una sonoridad por lo menos razonable.
Su técnico, tan dispuesto a la generosidad que le pedimos los medios como a estallar en cólera cuando las cosas no marchan de acuerdo a sus planes, no da ejemplos frecuentes de templanza. Miguel Herrera, sin embargo, nunca nos ha mentido: su tendencia ha sido siempre la de sacar la presión de los momentos críticos enseñando los colmillos hacia el arbitraje, el rival o el clima.
Parecería que esta Selección, sin sal y sin pimienta, es una botella arrojada al mar y que llega al litoral brasileño empujada por el movimiento de las olas, sin capacidad de resistir los cambios de dirección. Lo que le queda es, resignadamente, llegar a la playa y respirar un poco más tranquila.
Su ataque es chato. Carece de los jugadores que le den profundidad y generen peligro al arco contrario. Las defensas contrarias no se asustan; parecen dormir tranquilas.
Es, pues, una Selección sin chiste. No es que sea mala; es que le cuesta enseñarnos su gracia.
El poco tiempo de preparación, los accidentes del camino, la Repesca y los avatares sufridos, no le exentan del compromiso.
¿Será que este equipo perderá sus tres partidos y regresará de manera ignominiosa a casa? ¿Será la primera que desde 1994 no avance a la Segunda Fase?
Para el Tri, hay una buena noticia: nadie perdió un partido sin jugarlo. Ni el más débil ni la presa más propicia fueron castigados por el destino antes de ser probados.
¿Qué tal que por fin se conecte este equipo? ¿No podría ser que se encontrara, derramara lo que sus jugadores saben hacer en la cancha, encontraran viento a favor y terminaran convenciendo?
El futbol es caprichoso y más que estar hablando de un acto de fe, estamos apelando a un antecedente histórico: ninguna Selección después de la del último lugar en el 78, llegó a una Copa del Mundo con una preparación convincente, con un momento que realmente nos ilusionara.
La Selección puede cambiar su suerte. Despejar las dudas empezando por la portería, definir su cuadro, recuperar la ilusión. Uno nunca sabe. Lo único cierto es que la fiesta no ha comenzado todavía.
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