Los tricolores se despiden hoy de canchas mexicanas para después emprender su pequeña gira estadounidense y premundialista.
Al recibir a su nada similar representativo de Israel, la Selección Mexicana tratará de avanzar en su intento de llegar a Brasil en su nivel óptimo, cualquiera que éste sea.
Para ir disipando la incertidumbre que envuelve a este equipo, será primordial empezar a exhibir ya una sustancial mejoría en el desempeño individual y colectivo.
Porque director técnico y jugadores podrán manifestar públicamente su confianza en realizar un magnífico papel en la ya cercana Copa del Mundo, pero desde afuera no se aprecia el necesario sustento para ese optimismo.
Como es en la cancha en donde ese indispensable sustento debe forjarse, cada examen previo al evento mundialista debe ser capitalizado al máximo. En lo futbolístico y no tanto en lo económico, único renglón en el que suele capitalizarse.
Por eso es primordial avanzar hoy en el juego... y después no confundirse con el avance mostrado.
Con un adversario que en la cancha del Estadio Azteca pudiera resultar muy vulnerable, se corre el riesgo de inflar el globo tricolor, cuando no es precisamente aire lo que esta Selección Mexicana requiere como alimento.
Si el rival resulta un adecuado sinodal, habrá que aprovecharlo a plenitud; y si no, encarar el compromiso con toda seriedad pero sin emitir después un diagnóstico erróneo embelesados por algún resultado positivo pero engañoso ante la escuadra israelita.
A ver si ésta sirve como confiable parámetro para medir la evolución de los tricolores, a quienes les urge primero mejorar y después aquilatar la mejoría en su verdadera dimensión. Progresar, pero sin engañarse con el progreso.
Porque no sería la primera vez, y en las anteriores el costo ha sido muy alto.
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