'Chavales, estáis perdonados'
"Me dan ganas de entrar con una metralleta al vestuario y cargármelos a todos", declaró Jesús Gil y Gil a la prensa el 23 de abril de 1995, luego de que su Atlético empató 0-0 frente al Logroñés por la Liga española.
Implacable con aquel "que no desquitara su sueldo en la cancha", sobran los ejemplos de cómo Gil y Gil humilló públicamente a jugadores y técnicos en 16 años al frente de los Colchoneros. No en vano se consideraba a sí mismo "peor que Hitler".
"¡A ver si le matan!, ¡a ver si le matan de verdad!", exclamó el directivo sobre Adolfo Valencia, quien falló varias ocasiones de gol en ese juego, al tiempo que un grupo de seguidores del "Atleti" insultaba al colombiano con frases como la de: "¡negro, basura, tu piel no tiene cura!".
Presidente del Atlético de Madrid de 1987 al 2003, Gil pasó de ser un desconocido a uno de los directivos más controvertidos y problemáticos del balompié, ganándose la enemistad de medio mundo y varias acusaciones en los ámbitos deportivo y legal.
Contrario al origen humilde de sus aficionados -autodenominados "indios"- y de él mismo, Gil y Gil ha sido catalogado de ostentoso, discriminatorio y hasta ultraderechista.
"Eso parecía el Congo. Mirabas a un lado y veías a cuatro negros calentando, mirabas a otro y había cinco, y en el campo, otros tres. Salían negros de todas partes, como si fuera una máquina de hacer churros", dijo tras un duelo frente al Ajax, por la Liga de Campeones, en 1997.
La indignación de los holandeses casi provoca la suspensión del partido de Vuelta.
Irónicamente, la primera vez que pisó la cárcel no fue como directivo, sino por el delito de "homicidio involuntario" en su etapa como empresario. En 1969, un edificio que construyó se derrumbó y 58 personas fallecieron.
Condenado a 5 años de prisión, sólo pasó un año y medio en ella, tras pagar una fianza de 400 millones de pesetas.
'FUTRE SERÍA MI NOVIO'
Nacido en Burgos, en 1933, Gregorio Jesús Gil y Gil trabajó en una refaccionaria automotriz y abandonó sus estudios en Economía antes de amasar una fortuna como empresario de la construcción.
Las elecciones del Atlético las ganó en 1987 gracias al efecto mediático que lo hizo arrasar frente a sus rivales: la contratación del delantero Paolo Futre, flamante campeón de Europa con el Porto.
"Si me fueran (gustaran) los tíos, Futre sería mi novio", dijo Gil sobre el portugués, según Miguel Gutiérrez y su libro "Frases de Futbol".
Y a pesar de que en su primer año de gestión, el equipo rojiblanco quedó tercero en la Liga, a Gil no le pareció suficiente, pues en esa sola temporada echó a tres técnicos: César Luis Menotti, Armando Ufarte y Antonio Briones.
Así empezó la "dictadura" de quien hasta entonces era sólo el socio 16386 del Club Atlético de Madrid.
MÉTODO BERLUSCONI
Fue hasta la llegada del croata Tomislav Ivic, en 1990, cuando el proyecto de Gil tuvo cierta estabilidad, misma que pareció romperse tras la eliminación colchonera en la Copa UEFA a manos del modesto Timisoara, de Rumania.
"Mis jugadores deberían pasar tanta hambre como estos rumanos, Quizá así corriesen tanto como ellos", afirmó, "al menos hemos dado una satisfacción a esta pobre gente de Timisoara".
Al poco tiempo, y a pesar de que prácticamente le dio su primer título -el de la Copa del Rey, frente al Mallorca- Ivic corrió la misma suerte que sus antecesores.
"Si no entiende lo que le digo, Yugoslavia está cerca", dijo Gil y añadió: "implantaré el 'método Berlusconi': el presidente decidirá la alineación". No era broma.
TÉCNICOS Y CERVEZAS
La relación de amor y odio entre Gil y Luis Aragonés -el técnico más longevo y exitoso en la historia del Atlético- es bien conocida.
Aragonés, a quien los Colchoneros rindieron ayer homenaje con su nombre inscrito en el interior de sus playeras, fue el primero en completar una temporada con el conjunto de Manzanares, la 1991-92.
La paciencia de Gil tenía un motivo: Aragonés ganó la segunda Copa para el Atlético, en el Santiago Bernabéu... ¡frente al Madrid!
Pero varios roces provocaron la salida de "El Sabio de Hortaleza", lo que pareció no preocupar demasiado al dirigente.
"Para mí, echar un entrenador es como tomarme una cerveza. Puedo echar a veinte en un año. Hasta a cien si hace falta".
Y no, no fueron 100, pero sí 30 en 16 años de gestión. Hasta la llegada del serbio Radomir Antic, en 1995, ninguno duró un año completo.
ESTRELLA DE LA TV
En una década en la que el Real Madrid y el Barcelona se repartieron los títulos, el doblete del Atleti en 1996 -la Liga y la Copa, con Antic al frente- se presentó como un oasis en el desierto para la afición rojiblanca.
Fue el clímax de Gil con el Atlético. El 27 de mayo, él mismo encabezó un desfile montado a caballo por las calles de la capital española y con la hinchada gritando "¡Madrid, entera, se siente colchonera!".
Su fama era tal que le ofrecieron conducir un programa de televisión, al lado de una actriz venezolana; Gil respondía a las preguntas de los espectadores en traje de baño, dentro de un jacuzzi y acompañado de chicas en bikini. "Con la popularidad que tengo, podría ser Dios", decía.
Y no, no le alcanzó para ser Dios, pero sí el alcalde de Marbella -un reconocido centro vacacional del "jet set" nacional y extranjero-, de 1991 al 2002, cargo que alcanzó gracias a su propio partido: el GIL (Grupo Independiente Liberal).
DE PAPEL HIGIÉNICO
Sus varios exabruptos como directivo derivaron en fuertes castigos por parte de la Liga de Futbol Profesional.
Quizás el pleito más recordado es el que tuvo con el presidente del Compostela, José María Caneda, quien días atrás se mostró perplejo ante el éxito electoral de Gil: "En Marbella deben de ser tontos".
Cuando Gil se topó con Caneda en plena entrada del edificio de la LFP se le fue a los golpes, pero no fue él, sino José González Fidalgo, gerente del club gallego, quien recibió un puñetazo. Gil fue inhabilitado por 10 meses.
"Las inhabilitaciones me sirven de papel higiénico", declaró entonces.
Pero su mayor castigo fue la suspensión en Europa durante 2 años por una declaración contra el árbitro francés Michel Vautrot, tras un juego contra la Fiorentina, de la Copa de la UEFA, en 1990.
"No me extrañó para nada su arbitraje. No es que sea un mariquita, es un maricón. Sé de muy buena tinta que, después de quedar nosotros eliminados, los italianos le buscaron un niño rubio de ojos azules".
EL CREPÚSCULO
Las sanciones del polémico mandamás no se limitaron al terreno deportivo, sino que alcanzaron el judicial.
Entre 1991 y 1995, la justicia persiguió a Gil por la supuesta malversación de fondos públicos desde Marbella y en 1999, una orden judicial permitió la intervención del Atlético.
Todo el consejo de administración fue destituido, aunque a los pocos meses Gil estaba de regreso... sólo para presenciar el descenso de los Colchoneros a la Segunda División, lo que no ocurría desde 1934.
Tuvo que regresar Aragonés -el eterno bombero del Atleti- a devolverle la categoría al club, en el 2001.
Finalmente, en febrero de 2003, Gil fue condenado a 3 años y medio de prisión, le embargaron todas sus acciones y el 28 de mayo dimitió como presidente. Un año más tarde, falleció a causa de un infarto cerebral a los 71 años, dejando las acciones del club a su hijo Miguel Ángel.
Ayer, igual que hace 40 años, el Atlético se quedó a segundos de levantar su primer trofeo de Liga de Campeones.
Lejos de aquel incidente de 1995 en Logroño, la afición del Atlético despidió a sus héroes, tendidos sobre el césped de Lisboa, cantando las estrofas del himno colchonero: "¡Atleti, Atleti, Atlético de Madrid... jugando, ganando, peleas como el mejor!"
Y si Gil y Gil estuviera vivo, tampoco tendría qué reprochar a sus hombres; tal vez, incluso, se le hubiese escuchado decir por primera vez: "Chavales, estáis perdonados".
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