Con 120 deslucidos minutos culminó uno de los más flojos torneos de los que se tenga memoria en el futbol mexicano.
Sin embargo, si algo puede rescatarse del infumable torneo es la coronación de la escuadra que mejores lapsos de futbol ofreció a lo largo de sus 23 partidos.
Porque a pesar de haberse colado a la Liguilla como octavo lugar, incluso desde esa Fase Regular fue el León el que más ratos de vistoso futbol desplegó, aunque la decisión de darle preferencia a la Copa Libertadores le impidiera cosechar más puntos en el torneo interno.
Y si esa preferencia leonesa les permitió al Cruz Azul y al Toluca distinguirse como los más productivos equipos durante 17 jornadas, fue el León el que mejor supo encarar la Liguilla, ese otro torneo en el que se ganan los títulos.
Sin alcanzar nunca su nivel de la anterior campaña, ante cada oponente hizo lo necesario para seguir avanzando.
Y así terminó por obtener el bicampeonato este ejemplar equipo.
Ejemplar no tanto por lo que acaba de hacer en un torneo plagado de inconsistencias y mediocridades, y en el que sólo aprovechó las increíbles bondades del sistema de competencia y la incapacidad de sus adversarios, sino por el futbol que en términos generales ha enarbolado durante cuatro torneos, desde que volvió al Máximo Circuito.
Un futbol con el que se respeta a fondo la esencia del juego, la importancia de manejar con pulcritud la pelota en lo individual y en lo colectivo en el afán de vulnerar la portería de enfrente y no tanto de proteger la propia. Jugar divirtiéndose y divertirse jugando; jugar a jugar y no tanto a impedir que el rival juegue.
Con más equipos y directores técnicos como este León y como Gustavo Matosas, muy distinto podría ser un futbol mexicano que acaba de padecer un torneo para el olvido.
¿Cuáles serán los equipos capaces de imitar en mayor o menor medida el magnífico ejemplo esmeralda?
A ver cuáles... porque a varios les urge.
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